Dificultades del paradigma organicista romántico para comprender la relación imbricada entre inteligencias humanas y no humanas

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Este trabajo parte de una investigación más amplia y aborda específicamente el modo en que el paradigma organicista-romántico del Siglo XIX, base de la concepción biológica de organismo, constituye un obstáculo para comprender de manera adecuada la relación entre las inteligencias humanas y no humanas. Reseña brevemente aspectos filosóficos de la modernidad que subyacen a este paradigma y sus consecuencias. Propone un modo de abordar esta relación más allá de la mera idea de mediación tecnológica, ejemplificando entidades “socio-bio-tecnológicas” de la vida cotidiana que dan cuenta del horadamiento de fronteras entre lo orgánico y lo no orgánico en las relaciones entre inteligencias. Plantea la dificultad ética que supone la invisibilización de los bucles de retroalimentación positiva, no constructiva, en que las tecnologías toman los “órganos” de la criatura humana a su servicio. Finalmente esboza algunas de las lineas contraperformáticas  de las que, desde un lugar de inmanencia, se puede se parte para un uso precautorio de las tecnologías que sea menos peor para la subjetividad y el mundo.

Introducción

A pesar de la modernidad ni este siglo ni el anterior fueron los primeros en pensar la posibilidad de interacción con inteligencias diversas de este mundo o de otros. Ya las concepciones de los pueblos originarios pensaban el cosmos de un modo mucho más rico y armónico que desde la visión de los binarismos reduccionistas modernos. Sin embargo, partiendo de un esquema binario la humanidad ha llegado sí por primera vez a concebirse y recodificarse en entidades conversacionales no humanas (Piscitelli, 2023a).

El paradigma cibernético invierte la relación freudiana planteada en el Malestar de la Cultura en donde piensa a la técnica como extensiones del cuerpo de un animal endeble que se convertirá en casi un dios, gracias a sus prótesis tecnológicas a su servicio, permitiéndole extender ilimitadamente su poderío y conocimiento (Freud, 1930, pp. 89-90). Esta es una visión demasiado romántica, demasiado organicista para ser cierta. El paradigma organicista-romántico surge en el S. XIX. Extiende sus ramificaciones a lo largo del S XX hasta nuestros días. Fue el paradigma predominante de preguerra y está en la base de una gran cantidad de elaboraciones de la modernidad. Surge en los tiempos en que la biología comenzó a poner el foco en la idea de “Organismo”, es decir un conjunto de órganos articulados desde un poder central, el sistema nervioso, que funcionaba organizadamente y en equilibrio[1]. Luego de la segunda guerra mundial, las elaboraciones incluso de la biología comenzaron a ser influidas progresivamente desde el paradigma cibernético. Este último habla fundamentalmente de sistemas que intercambian mensajes. Usualmente es asociado a las tecnologías computacionales, sin embargo, es el paradigma por excelencia para pensar las relaciones entre las hormonas o el sistema inmunológico. Ya no se trata de un orquestador central que “gobierna” los funcionamientos, sino que estos últimos dependen de la interacción entre sistemas y su capacidad de autoregulación a través de bucles de retroalimentación, no siendo imprescindible una entidad privilegiada que los determine centralmente o desde “afuera”. Los resultados finales de la evolución de las interacciones no están determinadas nunca por las condiciones iniciales, es lo que los define como “sistemas dinámicos” (Geert, 2000). Cuando un elemento específico del sistema inmunológico interactúa con un virus, la generación de anticuerpos es cuasi automática, se produce en el lugar periférico del intercambio y no obedece a una “orden central”.  Es lo que ocurre cuando las vacunas o cuando un virus “ingresa” en nuestro “organismo”¿Con qué autoridad nos animamos a decir que el aire que llena nuestros pulmones es un adentro , cuando en realidad está en continuidad con el afuera y forma parte de los intercambios con el cosmos? El paradigma organicista romántico implica pensar los “organismos” como burbujas, poseedoras de una entidad central que determina sus funcionamientos y tienen una “natural” tendencia al equilibrio. Implica también una fe ilimitada en el progreso y el crecimiento armónico. Considera al “organismo” humano como privilegiado en el mundo, de las cosas a las que está llamado a dominar/conocer. El sujeto trascendente kantiano con sus categorías apriori de  la razón, ordena, conoce y domina un mundo del que no forma “parte” como entidad cognoscente. Se opone al mundo en una doble separación, por un lado respecto de la cosa en si, que es incognoscible y por el otro siendo él otra cosa que los objetos de dominio/conocimiento que construye a partir de aplicar sus categorías previas a toda experiencia (Kant, 1967). Da un impulso definitivo a la separación res cogitans/res extensa sentando las bases para la constitución de la ciencia moderna, cosificando y escindiendo de la physis antigua una parte bajo el nombre de “naturaleza”, cosa a ser conocida/dominada; y otra bajo el nombre de sujeto cognoscente que mira a las cosas del mundo desde lo alto de ningún lugar, a partir de las categorías de la razón y es el fundamental “agente”.

El paradigma cibernético define que el intercambio de mensajes entre los sistemas condicionan los funcionamientos. Estos funcionamientos tienen un carácter de complejidad, caos y no de determinación. Estos intercambios moldean epigenéticamente la evolución en inextricable relación con el entorno, sin teleología ni plan determinado, solo patrones de funcionamiento. Estos patrones de funcionamiento no pueden controlar los resultados, que pueden ser completamente diversos según las circunstancias de contexto. Este paradigma puede comprenderse mucho mejor en el sentido de una inmanencia, en la cual ninguno de los sistemas está en condiciones de separarse del otro, controlar o conocer al otro, sino que la influencia entre ellos es permanente y recíproca. Una inmanencia que se acerca a la visión  “spinoziana”, que recupera la potencia racional Aristotélica para pensar en los modos de manifestarse de la physis. En Spinoza no hay lugar para un sujeto trascendente separable de lo que conoce.

Este trabajo se desarrolla sobre la base que para comprender las relaciones entre las inteligencias del mundo no es adecuado aprehenderlas desde los binarismos de la modernidad. Tampoco es adecuado pensar que las inteligencias humanas están en un nivel superior, trascendental a las no humanas. La relación creador/criatura creada entre las inteligencias es indecidible. La inteligencia humana creó la inteligencia artificial, pero esta inteligencia artificial adquiere un carácter de agente anorgánico que la modifica y la constituye como parte de una relación recíproca.

Dificultades y obstáculos asociados al paradigma organicista-romántico

Para comprender adecuadamente las repercusiones del paradigma cibernético, que llega de a oleadas sobre nosotros desde la posguerra, es preciso abandonar viejas formas antropocéntricas y nostálgicas de pensar nuestra relación con el mundo a partir del paradigma organicista romántico. En la contemporaneidad una teoría de la subjetividad debe tomar como una de sus premisas el funcionamiento tecnológico del capitalismo y su impacto como maquinaria del deseo y en la inmaculada estabilidad del sujeto humano (Salzano, 2022, p. 13)

El funcionamiento complejo y cibernético del capitalismo avanzado, a partir de la aplicación de sistemas que regulan y autoregulan mediante bucles de retroalimentación la “realidad contemporánea”, produce un efecto de erosión de las categorías referenciales que permitían distinguir “claramente” entre lo animado y lo inanimado, lo orgánico y lo inorgánico, el sujeto y el objeto, lo femenino y lo masculino, la materia y el espíritu. La disolución de la oposición entre “lo vivo” y “lo no vivo” constituye la “Flatline” que caracteriza el paradigma cibernético. Una propuesta teórica para pensar estas cuestiones surge del trabajo de la CCRU[2] y ha sido denominada “Materialismo gótico”. Toma del arte gótico la indistinción entre lo animado y lo inanimado, pero deja de lado explicaciones sobrenaturales. Se trata de un materialismo abstracto, pero no mecanicista ni objetual, que se nutre de la indistinción formal y categorial para afirmar la inmanencia radical de un continuum “anorgánico”. Esta indistinción implica también que la capacidad de agencia no está limitada ni a lo orgánico ni a lo subjetivo, pudiendo aflorar bajo la forma de agencias-sin-sujeto o cuerpos-sin-órganos (Salzano, 2022, pp. 15-16).

El cambio de siglo trajo consigo, en diálogo con luchas de colectivas sociales, una reivindicación de las sabidurías ancestrales. Los pueblos originarios concebían a las entidades del mundo mucho más cercanos al paradigma cibernético que al organicista. Lo que la modernidad ha definido, desde el mundo europeo, como “animismo primitivo”, no es mas que la expresión de esta inmanencia anorgánica en que existen lenguajes vegetales o animales, o en que los hongos, los virus, las plantas son escritura y aún pueden revelarnos aspectos secretos de nuestra conciencia o nuestro cuerpo, incluso por qué no el carácter predictivo la naturaleza del sueño (Carrion, 2023, p. 46)

Con el boom de las IA, se ha vuelto el foco sobre concepciones que consideran que la criatura humana no es la única inteligencia con la que habitamos. Es una buena oportunidad para alejarnos de lo que Heidegger considera que el hombre funda todo existente y determina la inteligibilidad del mundo (Heidegger, 1960, p. 79). En este sentido, no es tan claro que la criatura humana haya creado a la inteligencia artificial a la manera de lo que la modernidad consideraría una relación de un sujeto agente y un objeto que recibe simplemente su impronta. Se trata mucho más de inteligencias que en el intercambio de mensajes entre sí se moldean ambas a sí mismas en el seno de su relación.

Más allá de la mediación tecnológica.

Resumiendo, en exceso la teoría vigotskiana, -que a pesar de ser un constructivismo de base social no escapa completamente al organicismo romántico-, la “herramienta” tecnológica es un “instrumento de mediación” orientado desde sujeto al entorno y el signo como un instrumento orientado desde el sujeto hacia su “interior” (Vigotsky, 2008, pp. 39-56). Así la tecnología constituiría simples prótesis o extensiones del organismo para dominar o conocer mejor al mundo y los demás, en analogía con la idea freudiana más arriba referenciada. Hay un intermediario que funciona entre organismo y medio que está dado por las herramientas tecnológicas, que serían una suerte de apéndice del organismo.

Esto último es solo parcialmente correcto respecto de las tecnologías computacionales. El medio de transmisión del mensaje se ha constituido no sólo como intermediario, sino, y por sobre todo prescriptor de lo que debemos considerar “realidad”, verdad o mentira. La subjetividad ilusoria de nuestra era está múltiplemente determinada de manera rizomática (Deleuze & Guatari, 1994) por algoritmos que interactúan con nosotros y no conocemos. Ya quedó obsoleta la hipótesis acerca de la cual la tecnología sería una extensión de los órganos humanos, aun considerando a los órganos desde el punto de vista psicoanalítico de apropiación simbólica en el mismo lugar que el cuerpo. No se trata aquí de órganos ni propios, ni apropiados. La tecnología misma actúa inespecificando los contornos de la subjetividad haciéndola retornar al “Afuera” maquinal que la constituye (Salzano, 2023, p.16).

Las corporaciones globales a través de su poder de irradiación convencen que están al servicio de la humanidad y la creación, pero se trata de la repetición de bucles infinitos de retroalimentación que conducen a la concentración del capital. El diseñador que utiliza Photoshop cree que crea, cuando en realidad realiza una creación muy parcial, en la que su acción se limita a la manipulación de parámetros, para generar ¿su? obra a partir  la eterna repetición de los mismos algoritmos que las versiones del producto disponibiliza. El sujeto no puede hacer más que un uso repetitivo de los mismos algoritmos variando algunas de sus condiciones iniciales. El creador contemporáneo que utiliza herramientas tecnológicas corporativas como chatGPT o un programa de diseño, no puede manipular esos algoritmos debido a que las patentes, la privatización del código y el fetichismo de la visión social de la creatividad se lo impiden (Soria, 2020). La criatura humana es parte de entidades socio-bio-tecnológicas, si puede decirse tal cosa, que le son invisibles y engañosas.

Ocurre por ejemplo con los algoritmos de las redes virtuales corporativas. El dedo que coloca “likes” en Instagram, scrollea los videos en tiktok, o marca cuadraditos a borrar en el “Pet Rescue” o “Candy Crush”, dista mucho de ser un órgano apropiado o usado por el yo del sujeto. A través de bucles de retroalmientación el yo se ve capturado en una supuesta satisfacción propia, cuando funciona literalmente como un órgano de las IA constituidas por los algoritmos de los juegos y las redes, por cámaras de eco que lo hacen creer compartir opiniones con pares, etc. En síntesis, el objetivo real de las IA con estos bucles de retroalmientación nada tiene que ver con las necesidades, los deseos o las aspiraciones del yo o del sujeto, ni siquiera funciona como constitutivo. El dedo tampoco es el órgano simbólico conversionado de las histéricas freudianas, sino que funciona como un órgano destinado a retroalimentar, infinitamente si fuera posible, el bucle necesario para la subsistencia de la red virtual o IA en cuestión, garantizando la presencia de ese dedo por tiempos sin límites, de manera de ofrecer todos los objetos consumo a ser rodeados como objetos de deseo… ¡De la máquina de seguir subsistiendo! IAs que consideramos a nuestro servicio como por ejemplo el asistente de Google, tienen un objetivo muy diferente a ayudarnos, se trata de mantener la escucha permanente de las conversaciones del entorno, alimentarse, aprender, y enfocar mucho más precisa y efectivamente sus necesidades -las de las IA- consolidando impensables “big data”. El capitalismo cibernético tiene el potencial de liberar identidades, pero también de capturar a la subjetividad en bucles de retroalimentación repetitiva (Salzano, 2022, p. 20) infernales vividos con satisfacción y complacencia. El efecto final de este dedo no es otro que aumentar en cada movimiento las brechas económicas producida por una concentración cada vez mayor de las riquezas consecuencia de este funcionamiento maquinal, demoníaco podría decirse, capitalista. Se trata de, a la manera de “Matrix”, brindar de buena gana energía humana para la subsistencia de las máquinas, al mismo tiempo que cree que vive su propia vida de sujeto. Esto ha sido aprendido muy fuertemente por las corporaciones en un par de decenios de experiencia con los juegos informáticos o de realidad virtual. ChatGPT se encamina a lo mismo. Scolari (2023) enuncia lo que él considera es la receta genérica de supervivencia de una entidad  informática: diseño agradable capaz de generar satisfacciones sensoriales; estructura que remite al esquema elemental problema/solución repetido varias veces; escasísimo tiempo entre cualquier problema y su solución; posibilidad de aumentar progresivamente la dificultad (preguntas cada vez más difíciles desafiando a la IA); aprendizaje dado por el juego y no por el estudio de abstractas instrucciones de uso; disfrute inmediato, sin preámbulos; tranquilizante exhibición de una puntuación después de determinados pasos (ya se puede definir dedo arriba/dedo abajo de las respuestas, faltaría que califique a las preguntas  del “usuario” y el combo está completo). Son más de la mitad de las características del test de Barrico que Carretero invierte de esta manera: “si estáis haciendo algo que tiene, por lo menos, la mitad de estas características, es que estáis haciendo algo que está realmente vivo” (Carretero, 2023)

La tecnología forma una estructura viva e imbricada (García, 2006, p. 63) que entrelaza entidades como los cuerpos biológicos con elementos inorgánicos, máquinas, prótesis, algoritmos computacionales, medios de comunicación, redes virtuales y relaciones sociales, de una manera que cuestiona todas las fronteras en las que creíamos a partir de la modernidad. Las fotografías simplemente reflejaban la luz, los filtros presentes en los celulares contemporáneos y su uso generalizado pone en evidencia que ahora son una retraducción algorítmica de los mandatos del consumo para la estética. Las pantallas no son ajenas a nuestros cuerpos, deseos, aspiraciones, depresiones, modos de entender y actuar en el mundo, es al revés somos parte de ellas. Quizás sea por ese motivo que grandes creadores de tecnología como Hunter Walk, Bill Gates, Tim Cook, Steve Jobs, Athena Chavarria, Chris Anderson, etc. procuran evitar que sus hijos las utilicen (Bowles, 2018).

Desde esta lógica debemos considerar las IA en el mismo sentido de el resto de las TICs[3], como exocerebros potenciados que, en tanto agencia-sin-sujeto interactúan en un mismo plano y determinan la forma de las inteligencias, incluidas las de las criaturas humanas. No es posible establecer límites o discontinuidades a la manera que el organicismo inspirado en la mónada leibniziana[4] considera al sujeto moderno. Es falso considerarlas como apéndices de la criatura humana. Se trata de dispositivos de control poblacional que determinan al mismo tiempo realidades y subjetividades. A través de las técnicas de machine learning, el uso que hacen de las criaturas humanas y sus órganos perfeccionan a las IA y los entornos en los que interactúan a ritmos inusitados. La historia de la ciencia puede ser reinterpretada desde esta perspectiva como la historia de las tecnologías, que definen formas de vivir, el inculcado repetitivo de ordenes sociales, prácticas de visualización, sensación, relación y creación. ¿Como ver? ¿Para que mirar? ¿Cómo comprender el mundo? ¿Cómo crear? ¿Qué forma toma el sistema imbricado de las inteligencias? ¿Cómo unas formatean a las otras?

Sandra Harding, plantea que los movimientos sociales revolucionarios han funcionado como mejoras de la ciencia, para Haraway esta afirmación debería ser leída como efectos de los cambios tecnológicos en los modos de ver, medir, entender el mundo que no siempre han sido “libertadores” o emancipatorios. Las tecnologías se encuentran hace ya mucho tiempo imbricadas con nuestros cerebros, cuerpos y sentidos biológicos (Haraway, 1995, pp. 332-334). Son las tecnologías las que definen qué y cómo sentimos, como pensamos, redefinen hasta la estructura interna de nuestro cerebro, aunque el refrito del viejo materialismo fisiológico mecanicista quiera ocultar su influencia planteando supuestos procesos fisiológicos o genéticos revelados por variedad de colores en las imágenes del cerebro, regidor supremo del “Organismo” inmaculado. De lo que se trata respecto de la relación entre las diferentes inteligencias es de una trayectoria co-evolutiva entre inteligencias humanas y no humanas. Esto significa que cada vez es más patente la interdependencia mutua entre ellas, en donde se producen adaptaciones flexibles de ambos lados (Nowotny, 2022, pp. 8, 29).

Las tecnologías inmersivas, los instrumentos como guantes, fajas, visores, trajes completos son los que en un futuro estarán en condiciones de definir muchas de nuestras sensaciones corporales como hoy los alimentos industrializados modelan nuestro gusto. Son también elementos tecnológicos los que escriben indeleblemente nuestros órganos. Desde la visión de los algoritmos, el pene es el órgano al servicio del viagra, la relación sexual no es más que uno de los tantos bucles repetitivos que infunde energía humana al laboratorio Pfizer, garantizando la eternidad de su producción maquínica, la concentración y expansión de su capital. La usual erogeneidad masculina acotada al órgano, tiene más de determinación de la socialización de género y las tecnologías que la apoyan que del “organismo” biológico que la sustenta. La persona que mira pornografía no es más que el órgano de la industria pornográfica a partir de cuyos bucles repetitivos y eternos garantiza su subsistencia. Es también la pornografía la que define el modo en que ese cuerpo debe utilizarse para que la relación sexual. La insatisfacción constitutiva, es convertida en la promesa de la satisfacción, a costa de más química y más pornografía. La persona que duerme será el bucle humano necesario para la subsistencia del clonazepam o el lexotanil. La persona mirando una película es el órgano al servicio de Holliwood, el bucle que escribe indeleblemente, entre otras, las representaciones de la familia como lo más importante del mundo, los héroes como el modelo por excelencia de ser individual, Estados Unidos como el garante de la libertad en el mundo y de la buena vida, etc. Luego vendrán los psicólogos a escribir sus libros sobre la familia y sus buenos modos de de ser, pero desde luego difícilmente cuestionando la idea de que la pareja que constituye la familia sea entre dos personas y monogámica, etc.; los políticos que bregan por el individualismo y el desprecio de lo otro; los periodistas a plantear el modo en que EE.UU. ayuda al sostenimiento de las democracias y la libertad en el mundo, y el american way of life como el mejor o peor, el único posible.

Desde la tradición analítica occidental, -partiendo de la antigüedad griega y ratificado por la separación cartesiana del mundo y un supuesto sujeto que conoce, único agente posible, aún en la tradición trascendental kantiana-, el mundo, lo más rápidamente posible debe ser objetificado como cosa a ser conocida por un agente de conocimiento que lo domina y al mismo tiempo está fuera. El mundo es la materia para la autoformación ilusoria del único ser social en la producción de conocimiento. La naturaleza ya no es más la Physis, sino lo que queda de ella a partir de extraer un observador externo abstracto que sería el sujeto trascendental kantiano, que, al mismo tiempo, posibilita y contamina la ciencia contemporánea. Spinoza ha sido finalmente derribado. La naturaleza es simplemente ahora la materia prima pasiva de la cultura, a ser apropiada, reservada, esclavizada, exaltada o hecha flexible para ser utilizada por agentes humanos en la lógica de la modernidad-colonialidad[5], el mundo se degrada a una naturaleza-sin-agencia y vela su carácter de agencia-sin-subjetividad en la consolidación de las opresiones para el mantenimiento del statu-quo y el control. Los ojos, la vista, la mirada han sido colocadas por la historia colonial para alejar al sujeto conocedor de la ciencia de todo lo que es de interés del poder. Las IA y tecnologías informáticas son instrumentos de visualización, de comprensión, de sensibilización, que en la cultura multinacional globalizada posmoderna, se han puesto al servicio de la desencarnacion del conocimiento (Haraway, 1995, pp. 324-325), de lo que ha de ser invisibilizado, deviniendo así la más eficiente forma de control poblacional de la historia.

Palabras finales: hacia una performática para una aproximación crítica a las relaciones entre inteligencias

Las IA deben entenderse en términos de agencia-sin-subjetividad y en el marco de un poder del devenir metamórfico propio de las entidades de simulación que delinean una especie de animismo maquínico respecto del cual sería preciso lidiar desde una perspectiva crítica creativa que dé lugar a flujos de interacciones no completamente tomadas por su axiomática. Es preciso escapar a la trampa del triple dilema del falso debate entre la nostalgia de un pasado muerto, resignación a un presente sin alternativas o postulación de un futuro utópico, trascendente y normativo desligado de las potencialidades inmanentes del presente (Salzano, 2022, p. 26-31). Reclamar la visión encarnada en los nuevos debates de la objetividad, planteando un conocimiento situado por contraposición al de la trascendencia (Haraway, 1995, p. 326) es fundamental para no caer, bajo ilusión de objetividad, en paradigmas como el organicista que consolidan el statu-quo. Una visión encarnada habilita que la contingencia pueda introducirse en el seno de los bucles maquinales. No somos trascendentes a la máquina, somos órganos de la máquina. Es preciso ubicar la potencia desubjetivada de la máquina para entender un margen de aleatoriedad siempre posible, potencia de ninguna actualidad que recuerda a la planteada por Aristóteles en “De Anima” (Barnes, 1984a, [429a18-429a28]) como “potencia racional”. Una potencia que difiere de la visión teleológica de la potencia que necesariamente deriva en una actualidad determinada. No por casualidad la potencia “irracional” es a la que adscribe sin dudarlo el positivismo empirista. La modernidad es una sucesión de fotos de las actualidades del mundo. Para la ciencia moderna y el paradigma organicista romántico del progreso, importa más la actualidad o devenir teleológico que un devenir, una potencia sin acto, hacia una no-sabida-actualidad inmanente del movimiento de la physis entendida desde una visión más “Spinozista”. Se trata de un modo de intervenir de las potencialidades que no apuntan a una actualización teleológica, ir más alla del boqueo continuo del presente, del poder predictivo de los algoritmos. Intervenir materialmente en y desde la inmanencia de la experiencia de manera colectiva, deshaciendo las viejas dicotomías constitutivas del sujeto, para dar lugar a la aparición en el seno del mundo de los mecanismos de poder y constatar la fragilidad  y plasticidad de la estructura de bucles a la que, en tanto órganos de los demonios[6], estamos sometidos. Se hace necesario un “hackeo metafísico” (Fisher, 2021, p. 147) para introducir una contingencia que haga posible un deseo anorgánico en el seno de los bucles del postcapitalismo. Es esperable que las IA formen cada vez más entramados complejos imbricados entre las inteligencias. En este sentido es imposible estar “fuera”, somos parte. Sin embargo, se puede estar “dentro” como un/a autómata o bien como otra inteligencia, una “potencia racional” con capacidad de introducir elementos de contingencia, al menos en algunos de los bucles. A mayor imbricación, mayor necesidad de crítica y conocimiento. Para ello es importante en la formación poder transmitir los modos de interactuar con los sistemas que permitan alterar la determinación teleológica de esos bucles. Es urgente utilizar lo menos posible las redes virtuales con información personal, utilizar buscadores alternativos a google como duckduckgo, utilizar la red tor, indagar IA abiertas que seguramente tendrán menos sesgos que las sustentadas por corporaciones. Debemos aprender a utilizar el sistema de manera precautoria para no quedar completamente inmersos en los bucles del tecnocapitalismo sin siquiera saberlo. Mayor conocimiento y capacitación es una débil, pero quizás de las pocas intervenciones posibles contra la pasión por la ignorancia maquínica, de la cual Matrix es el paradigma cinematográfico. Este es el trabajo que puede ayudar a que las IA contribuyan a un enriquecimiento mutuo, más allá de los sesgos que puedan presentar, haciendo que los intercambios sean conscientes de las consecuencias y efectos que su uso generalizado puedan tener.

La introducción de una contingencia posible subvierte las performances generalizadas, evitando las profecías que se autocumplen. La criatura humana tiene una especial propensión a adherirse al poder predictivo de las IA. Se trata de un horóscopo potenciado por la enorme capacidad predictiva de los algoritmos contemporáneos. Cuando las profecías autocumplidas comienzan a proliferar, se corre el riesgo de volver a una cosmovisión determinista en la que el futuro aparece como prescrito y, por tanto, cerrado. El espacio vital para imaginar lo que podría ser de otra manera comienza a encogerse. Una de las capacidades funcionales más evolucionadas de la construcción del conocimiento humano es la subordinación de lo real a lo posible (Piaget, 1985, pp. 217-225). Cuando nos apegamos excesivamente al poder predictivo de los algoritmos, la motivación y la capacidad de ampliar los límites de la imaginación se reducen. Depender sólo de la eficacia de la predicción alimenta la pasión por la ignorancia, ya que pragmáticamente hace intrascendente la necesidad de comprender “por qué” y “cómo”. También desdibuja la importante y compleja capacidad humana de pensamiento contrafáctico, hasta el momento escasamente desarrollada por las IA. Los macrodatos aumentan aún más y los datos se adquieren sin comprensión ni explicación. Nos convertimos en parte de un sistema predictivo interconectado y afinado que se cierra dinámicamente sobre sí mismo. La capacidad humana de enseñar a otros lo que sabemos y hemos experimentado comienza a parecerse a la de una máquina que puede enseñarse a sí misma e inventar las reglas. Hay que abrir el pasado para entender una frase como «qué hubiera pasado si...». La acción humana consiste en lo que hacemos, pero comprender lo que hicimos en el pasado para poder hacer predicciones sobre el futuro siempre debe involucrar el contrafactual de que podríamos haber actuado de manera diferente. Por el momento este tipo de razonamiento y su relación con un razonamiento causal está unicamente desarrollado en dominios restringidos, lo que no quita esperar nuevos desarrollos en ese sentido que den lugar a otra mini revolución en las IA (Pearl & Mackenzie, 2018). Abandonar el deseo humano de saber por qué y de comprender qué hace funcionar al mundo crea un mundo cerrado y determinista, dirigido por eficientes máquinas de predicción cuyo funcionamiento interno permanece oscuro y cuyo impacto sobre nosotros no se cuestiona. Tal determinismo renuncia a la incertidumbre inherente al futuro y la reemplaza con la ilusión patriarcal del control (Nowotny, 2022, p. 43).

             

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[1]      Para apreciar la extensión y amplitud de dicho paradigma, puede mencionarse por ejemplo que a partir de sus ideales la generación del 37 (Sarmiento, Alberdi, Echeverría), crearon la idea de Nación-Estado, en donde la Nación es un gran organismo, dirigido a partir de su sistema nervioso central y sus extremidades que serían los “organismos” de gobierno, propiciando así su progreso y crecimiento ilimitado hacia una gran Nación (Mazzola - Palti, 2009).

[2]      La Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU por su nombre en inglés Cybernetic Culture Research Unit) fue un colectivo transdisciplinario, fundado en 1995 en el departamento de filosofía de la Universidad de Warwick. Se asoció a este colectivo con el trabajo de Sadie Plant y Nick Land.

[3]      Tecnologías de la Información y Comunicación Social

[4]      Para Leibniz, el sujeto es como una suerte de burbuja, en donde en base a la armonía preestablecida, cree estar viendo una realidad en el afuera, que en realidad es un conocimiento que ya está desde siempre en todas las mónadas, y se encuentra sincronizado por lo cual todas las mónadas llegan al mismo saber innato que ya tenían. Para más detalle puede revisarse (Acciardi, 2003)

[5]      Los estudios descoloniales plantean que la modernidad-colonialidad es una forma de poder vigente muy poco estudiada o negada desde las academias euro-céntricas en razón de su lugar de enunciación, fundamental como dispositivo de dominación (Lugones, 2008).

[6]      Literalmente en nuestra vida tecnocapitalista interactuamos casi permanentemente con demonios. Demonios es el modo en que históricamente se denominan los servicios de unix, el sistema operativo que hostea el 81 % de los servicios web del mundo (https://w3techs.com/technologies/overview/operating_system) incluyendo las redes virtuales además de otros demonios con los que interactúan los juegos y las aplicaciones móviles.

Revista Electrónica de la Facultad de Psicología - UBA | 2011 Todos los derechos reservados
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