Staff

Intersecciones Psi
Revista Electrónica de la Facultad de Psicología de la UBA
Año 15 – Número 56
Septiembre 2025
Secretaria de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario
M. Alejandra Rojas
Director General
Jorge A. Biglieri
Generación de Contenido
Pablo Fernández
Diseño
Agustina Espector
Diagramación
Alejandro Zeitlin
Colaboran en este número:
Andrea Urbas
Ana Cecilia González
María Mercedes Ruiz
María Agostina Gerbaudo
Mercedes Sarudiansky
Myriam Scaffa
Damián Javier Ursino
Facundo Juan Pablo Abal
Estanislao Coconier Gatta
Diego A. Burastero
Editorial
Recibimos con entusiasmo esta nueva edición de la Revista Intersecciones Psi, y con ella, la oportunidad de seguir profundizando en la rica historia de nuestra disciplina y, especialmente, del ejercicio profesional de la psicología. Tal como anticipamos en nuestras editoriales de marzo y junio, este 2025 reviste un significado trascendental para la psicología argentina, al conmemorar cuarenta años de la creación de nuestra Facultad de Psicología y de la promulgación de la Ley N°23.277 de Ejercicio Profesional de la Psicología. Estos hitos no solo redefinieron el estatus de nuestra profesión, sino que cristalizaron décadas de luchas por una identidad autónoma y un reconocimiento merecido.
La memoria de estos hechos no es un mero ejercicio nostálgico, sino una herramienta vital para comprender nuestro presente y anticipar los desafíos futuros. La historia de la psicología en la Argentina es, en gran medida, la crónica de una incesante pugna por la identidad y la autonomía frente a un poder médico que, durante mucho tiempo, intentó subsumir nuestras prácticas y saberes.
Los orígenes de la psicología en nuestro país, a principios del siglo XX, se vieron inmersos en un clima de ideas donde la psicología experimental convivía con fuertes influencias de la psicología clínica y social de corte francés. Sin embargo, no fue hasta mediados de siglo, con la creación de las primeras carreras universitarias en la década de 1950, que la figura del psicólogo comenzó a gestarse como profesional. Inicialmente, carreras como las de Psicotécnico y Orientador Profesional, respondían a la creciente demanda de una sociedad en transformación, buscando la adecuación del individuo al trabajo y a la educación. Hasta que se crea la Carrera de Psicología en la Universidad de Buenos Aires en 1957, hito sobre el que hemos ya desarrollado y que promovió, en su oportunidad, la creación de las Carreras de psicología en las universidades nacionales existentes en ese período.
Sin embargo, el camino hacia la profesionalización no estuvo exento de obstáculos. La expansión de la formación en psicología, especialmente su inclinación hacia el ámbito clínico y psicoanalítico, a partir de la década de 1960, generó fricciones significativas con las disciplinas afines, particularmente la medicina. Los debates no se centraban ya en el carácter científico de la psicología, sino en la legitimidad del rol del psicólogo y su capacidad para intervenir en la salud mental. Se cuestionaba si le correspondía la "curación de enfermos" o si su función debía limitarse a ser un "auxiliar" del médico psiquiatra.
Esta tensión se tradujo en una serie de marcos normativos restrictivos. La Resolución N°2282 del Ministerio de Salud Pública de 1954, conocida como "Ley Carrillo" (por ser promulgada durante la gestión del Ministro Ramón Carrillo), otorgó expresamente el ejercicio de la psicoterapia y el psicoanálisis a los profesionales médicos, relegando al psicólogo a un puesto auxiliar. Más tarde, en 1967, durante el gobierno de facto de Onganía, la Ley N°17.132 del Ejercicio de la Medicina profundizó estas limitaciones, categorizando al psicólogo como "auxiliar de la medicina" y prohibiéndole explícitamente la práctica del psicoanálisis, la psicoterapia y la administración de psicofármacos.
El momento de mayor hostigamiento llegó en 1980, durante la última dictadura, cuando el Ministerio de Cultura y Educación dictó la Resolución N°1560/80, infamemente conocida como la resolución de los "tres no": No a la psicoterapia, No al psicoanálisis, No a la administración de psicofármacos. Esta medida, planteada desde las restricciones y no desde las competencias, intentó cercenar definitivamente el campo de acción de los psicólogos.
Sin embargo, cada embate normativo encontró una respuesta contundente por parte de la comunidad psicológica. La persecución sufrida durante la dictadura militar iniciada en 1976, que incluyó la desaparición de profesionales y el cierre de carreras, lejos de silenciar la voz de los psicólogos, fortaleció el espíritu de reivindicación de la comunidad “psi”. Frente a la resolución de los "tres no", la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FePRA) y las asociaciones de profesionales (como la APBA, entre otras) impulsaron una movilización sin precedentes. Este movimiento, que aglutinó a miles de profesionales y estudiantes, encontró un inesperado apoyo en la Confederación General de Profesionales (CGP) y una amplia resonancia en la opinión pública y los medios de comunicación. Incluso la publicación de una viñeta del humorista Landrú, retratando al ministro Llerena Amadeo acudiendo a su psicólogo, ilustró el sentir de una sociedad que ya había incorporado y legitimado la práctica psicológica.
La recuperación de la democracia en 1983 marcó un punto de inflexión. Este nuevo escenario político reabrió las puertas a la legislación profesional y a la ansiada normalización universitaria. Las entidades profesionales, con una fuerza renovada, redoblaron sus esfuerzos en las cámaras legislativas. En 1985 este esfuerzo colectivo dio sus frutos de manera contundente.
Tres hechos de decisiva trascendencia profesional se produjeron en aquel año crucial. En primer lugar, se promulgó la Ley N°23.277 de Ejercicio Profesional de la Psicología, que derogaba los artículos restrictivos de la Ley N°17.132 y establecía los ámbitos, condiciones, derechos y obligaciones para el ejercicio autónomo de la psicología en todo el país. Esta ley reconoció, por fin, la independencia y especificidad de nuestra disciplina.
En segundo lugar, el Ministerio de Educación y Justicia, tras unas Jornadas de Trabajo con la participación de universidades, FePRA y representantes ministeriales, aprobó la Resolución N°2447/85 de Incumbencias del título de Psicólogo y Licenciado en Psicología. Esta resolución, que contempla veinte competencias, no solo validó la psicoterapia como práctica explícitamente reconocida para el psicólogo, sino que también abarcó los diversos campos de intervención: clínico, educacional, jurídico, laboral y socio-institucional-comunitario. Fue un giro fundamental respecto a las normativas anteriores, consolidando el perfil integral de nuestra profesión.
Y, en un tercer hecho de igual relevancia para nuestra comunidad, en el mismo año 1985, la Carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires fue elevada al rango de Facultad de Psicología, un reconocimiento institucional que coronó la trayectoria académica y científica de la disciplina. La recuperación de la democracia también trajo consigo la implementación del Ciclo Básico Común (CBC) y el ingreso irrestricto, ampliando notablemente las oportunidades de acceso a la educación superior y, con ello, a nuestra carrera.
Desde 1985, la psicología argentina ha transitado un período de plena institucionalización, caracterizado por un desarrollo sostenido. El retorno de muchos colegas exiliados durante la dictadura, el enriquecimiento de las perspectivas teóricas con la incorporación de modelos sistémicos, cognitivos y otras vertientes, y una creciente vinculación con la psicología a nivel internacional y regional (a través del Mercosur y la Asociación de Unidades Académicas de Psicología - AUAPsi), han contribuido a un pluralismo académico y profesional que fortalece nuestra disciplina.
Sin embargo, como bien nos recuerdan los documentos históricos, la defensa de nuestros derechos y de la identidad profesional es una tarea constante. Los "nubarrones" de antaño, que buscaban limitar nuestro quehacer, pueden presentarse bajo nuevas formas. Es fundamental mantener viva la memoria de estas luchas y continuar trabajando para que la psicología siga siendo una ciencia y una profesión autónoma, comprometida con el bienestar de las personas y la sociedad, siempre atenta a los nuevos campos de acción y a la constante actualización de nuestras incumbencias. Recordar estos cuarenta años es celebrar lo conquistado y reafirmar el compromiso de seguir construyendo el futuro de nuestra profesión.
Claudio Miceli