Welcome to the Frontpage
ERICA BURMAN: "APORTES DE LA PSICOLOGÍA CRÍTICA, EN LOS BORDES DE MAINSTREAM DE LA PSICOLOGÍA" (VIDEO)
- Lunes 12 de Diciembre de 2016 15:33
- Administrador
Última actualización el Jueves 02 de Marzo de 2017 14:50
ACEDIA Y TRABAJO VINCULAR: DEL ESTAR AL HACER CON EL OTRO
- Viernes 17 de Marzo de 2017 16:12
- Gustavo Del Cioppo
Vínculo y trabajo vincular
Partiremos de concebir un vínculo[1], como aquella experiencia compleja en la que dos otros no pueden sino verse alterados por el ir haciendo juntos; resultando así, un nos-otros con efectos de inter-subjetivación y variación de la mismidad (Del Cioppo, 2011, pág. 119).
Transitar y sostener dicha experiencia requiere de un trabajo al que llamaremos trabajo vincular. Al interior del mismo, destacaremos la especificidad del trabajo con la otredad (“saber-hacer” con la alteridad y “saber-hacer” con la ajenidad). En el primero se tratará del reconocimiento y metabolización del otro como semejante-diferente, cada vez. En el segundo, se tratará de la tramitación de aquello del otro definitiva y constantemente incognoscible e irrepresentable, lo real del otro.
Hablamos entonces de una tensión a resolver y sostener, un equilibrio, ya que el otro será siempre en su alteridad y ajenidad, un incesante por-venir (Levinas)
Constituiremos como analizador privilegiado la experiencia de la temporalidad; y al interior de la misma, sus diferentes configuraciones posibles; ya que cada vínculo, a través de su estilo vincular (repertorio de modos de “saber-hacer” de un vínculo), dará cuenta de su particular modulación de la temporalidad en la especificidad de sus intercambios y producciones.
Temporalidad: dos configuraciones posibles en los vínculos
El tiempo, en tanto experiencia compleja a la que denominamos temporalidad, no es una extensión sobre la cual se imprimen los avatares de nuestra vida.; es, como dirá Merleau-Ponty, no «...una línea, sino una red de intencionalidades» (Merleau-Ponty, M., 1945, pág. 425). En otras palabras, no es pensable sino abarcamos además de su dimensión objetiva (el tiempo «observado por nadie desde ningún lugar»), su dimensión vivida: aquella en la cual la primera es «afectada» por lo subjetivo (el tiempo «vivido por mí desde mi corporalidad y deseo») y por lo vincular (el tiempo «vivido por nosotros desde nuestro vínculo»).
A partir de ello, estaremos diciendo que la temporalidad, se irá desplegando y configurando al ir haciendo, y consecuentemente, al ir haciendo junto con el otro: al irnos subjetivando y vinculando.
Si sostenemos además que, a todo vínculo, le es requerible un cierto grado de estabilidad; si ese ir haciendo junto con y esa modulación de la temporalidad expresa en algún sentido duración, resulta pertinente preguntarnos por eso «estable » que se da en la interacción y tensión, entre permanencia y cambio.
Dos líneas de sentido se destacan al momento de pensar lo estable: una que tendería al no cambio como condición de existencia, es decir que algo “se mantiene sin peligro de cambiar, caer o desaparecer”[2]. La otra se orientaría a la noción de equilibrio, siendo permeable a la idea de cambio: es aquello “que mantiene o recupera el equilibrio”[3].
Desde este enfoque entonces, propondremos dos configuraciones posibles de lo estable en los vínculos.
La primera o permanencia estática, nos habla de intercambios y producciones donde lo estable es lo inercial, lo indiferenciado, lo repetitivo, lo disperso, lo irritable; terreno donde la experiencia temporal se torna restrictiva y menguante.
“No es la eterna repetición de lo mismo lo que dota de sentido al tiempo, sino la posibilidad del cambio”. (Byung-Chul Han, 2015, pág. 30)
La segunda o permanencia dinámica, es en cambio aquella donde lo estable es un fluir, un equilibrio que va promoviendo intercambios y producciones de distinto tipo que permiten procesos de diferenciación, reconocimiento y subjetivación, que posibilitan una circulación no restrictiva de las experiencias, una complejidad creativa.
“La repetición de lo mismo deja lugar al acontecimiento. El movimiento y el cambio no generan desorden, sino un orden nuevo. La significación temporal proviene del futuro”. (Byung-Chul Han, 2015, pág. 31)
Ambas configuraciones «dicen» acerca de la modulación de la experiencia temporal; «expresan» la predominancia vinculante o desvinculante de la misma; y consecuentemente, «informan» acerca de la calidad y alcances del trabajo con la otredad.
Podemos sostener entonces, que en su devenir, un vínculo puede reconocer variaciones en su estilo vincular; las cuales a la vez pueden indicar alternancias entre las distintas configuraciones de lo estable (permanencia estática y permanencia dinámica).
La permanencia estática y la acedia vincular
“En la acedia, por el contrario hay una duda sobre el sentido de las cosas, una interrogación permanente del para qué, que sumerge al sujeto en la indiferencia hasta la pereza y la aflicción. Precisamente, en la cultura actual puede encontrarse una trama de fatiga, aburrimiento, tedio, tristeza…”
“Por su parte, la acedia en cuanto mezcla de pasiones, es más sutil y por lo tanto, más peligrosa que la tristeza. Es una mezcla de todas las pasiones, contiene lo irascible y lo concupiscible.” (Pallares, M. y Rovaletti, ML. 2014)
Cuando nos encontramos con la permanencia estática en los vínculos como configuración actual o predominante, podemos asociarla a un estado de acedia vincular; en el cual, los intercambios y dinámicas se limitan a un mero “estar” con el otro, reduciendo a su mínima expresión el “hacer” -junto- con el otro, el hacer lo común. Es decir, casi la definición misma de vínculo se tambalea. La descomplejización de la experiencia queda expresada en esas vivencias de aburrimiento mutuo, tedio, falta de interés, indiferencia, etc.
Una pareja en sesión supo decir alguna vez acerca de su situación: “estamos y punto” (dijo uno y luego el otro, con el mismo tono). Esa expresión condensaba sus relatos y su discurso, donde una y otra vez transmitían una cotidianidad desahuciada, dispersa e indiferente.
La acedia, devenida rutina, termina restringiendo los despliegues novedosos. El trabajo con la otredad se coagula. Ya que cuando el otro se supone por entero previsible, cuando se pierde ese aspecto estructurante de alteridad y ajenidad, cuando se degrada el enigma, la curiosidad y el deseo, el trabajo con la otredad queda reducido a presupuestos adivinatorios y/o anticipaciones prejuiciosas. Es aquí, dónde la opacidad del otro se transparenta: “ya sé cómo es”, “para qué preguntarle si ya sé lo que va a decir”, “nunca va a cambiar y yo tampoco”, etc. El otro -tanto como lo otro en mi- es irreductible a un saber cerrado y decisivo.
Si avanzamos, acaso podamos sostener que el estado de acedia vincular puede resolverse en paradoja, ya que, aunque experiencia descomplejizante, puede constituirse en lábil garantía de permanencia (y sabemos que a veces no es poco). Sirvámonos aquí de la cita que Agamben hace de Kafka: “Existe un punto de llegada, pero ningún camino”.
Asimismo, como contrapartida, vemos a menudo como forma privilegiada de alteración disruptiva de ese estado de cosas, el hecho de que uno de los miembros de la pareja trace un “camino”, desee o produzca cambios para sí (y/o para el vínculo), que alteren ese orden dado y no sean o no puedan ser, acompañados o apuntalados por el otro (obviamente incluimos aquí como figura distintiva, el deseo o propuesta de separación). Veremos entonces como efecto altamente probable el hecho de que la intolerancia se visibilice y exacerbe. La acedia muestra sus garras y la permanencia estática se torna caldo de cultivo para la violencia en sus expresiones más perceptibles.
La pausa y la paciencia en la “permanencia dinámica”
“La paciencia es la virtud que se experimenta en la duración… La paciencia, como antídoto mantiene el ritmo temporal propio de la perseverancia…” (Depraz, 14-16).
Pausa, significa “breve interrupción del movimiento, acción o ejercicio”[4] y en música es ese “breve intervalo en que se deja de cantar o tocar”[5]. En ambas definiciones se puede inferir una suerte de discontinuidad en un marco de continuidad, ya que se resalta la condición de breve, como duración de la interrupción o del intervalo.
Propondremos pensar que la pausa es entonces esa dinámica que resulta -valiéndonos de Derrida- en un “devenir-espacio del tiempo”[6], que desde nuestra perspectiva implicará un dar y hacer lugar al otro, y consecuentemente, un dar-se y hacer-se lugar junto con el otro. Será en tal caso, promotora de encuentro, facilitadora del mismo.
En la misma línea podemos asumir que la pausa se entrama con la posibilidad del ejercicio de la paciencia.
“Para contrarrestar la acedia, ese tedium o anxietas cordis, Casiano propone la paciencia (hypomené), precisamente porque entre ambas hay una dinámica temporal participada, común. Por un lado, la acedia en tanto aflojamiento o hundimiento muestra una duración herida, mientras la paciencia hecha de perseverancia expresa una duración sedimentada donde se juegan la estabilidad y la resistencia.” (Pallares, M. y Rovaletti, ML.2014).
Será en la configuración de la permanencia dinámica, donde encontraremos facilitada la pausa. La misma implicará un esperarse y espaciarse que devendrá en ejercicio de paciencia, en un horadar lo inercial del mero estar, para poder darse a un hacer abierto a la novedad; y consecuentemente, a la inter-subjetivación y variación de la mismidad.
Cuando la temporalidad se nutre de la pausa y la paciencia, el trabajo con la otredad expresará una dedicación suficiente y consistente que -en su conjunto- resulta en fuente de placer, y no de malestar, ni sufrimiento.
La situación analítica
La situación analítica puede devenir escenario privilegiado para la producción de la pausa y la paciencia, y la consecuente configuración de la permanencia dinámica. Favoreciendo de ese modo la capacidad de variar el estilo vincular sedimentado, con la expectativa de que en su novedad contemple otra calidad y alcances del trabajo con la otredad.
Aquí, el “saber-hacer” estará en que en esa escena que se ofrecerá ante nosotros (y con nosotros) en la sesión analítica de pareja, podamos intervenir de forma tal, que otra modulación vaya siendo posible. Y si esto se logra, dicha experiencia (devenida recurso) podrá potencialmente por sí misma, aspirar a una nueva posibilidad en el repertorio de modos de “saber-hacer” de ese nos-otros.
Referencias bibliográficas
- AGAMBEN, G. (1995) Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental. Valencia, PRE-Textos, 1995.
- BYUNG-CHUL HAN (2015): El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, Barcelona, Herder, 2015.
- Charbonneau, G., & Legrand, J.M. (2003). Dépressions et paradépressions. Clinique, psychopatologique et thérapeutique des manifestations paradepréssives, Paris, Le Cercle Herméneutique, 2003.
- DEL CIOPPO, G. (2006) “El presente cíclico de las crisis bulímicas”, en Anuario de Psicología, Nº 14, Secretaría de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la UBA, 15-18.
- DEL CIOPPO, G. (2011) “Una aproximación al vínculo (de pareja) desde las experiencias del tiempo y del espacio”, en Revista de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, Volumen XXXIV - N°1 - 2011, pp. 117-132. ISSN N°1851-7854.
- DEPRAZ, N. (2003) “Acédie et patience, fluctuación emotionelle et temporalité de l’instant”, en Charbonneau, G., & Legrand, J.M. Dépressions et paradépressions. Clinique, psychopatologique et thérapeutique des manifestations paradepréssives, Paris, Le Cercle Herméneutique, 2003b, pp. 11-12.
- DERRIDA, J. (1968) La Différance, Conferencia pronunciada en la Sociedad Francesa de Filosofía, el 27 de enero de 1968, publicada simultáneamente en el Bulletin de la Societé française de philosophie (julio-septiembre, 1968) y en Theorie d’ensenble (col. Quel, Ed. de Seuil, 1968); en Derrida, J., Márgenes de la filosofía, traducción de Carmen González Marín (modificada; Horacio Potel), Cátedra, Madrid, 1998.
- DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Real Academia Española (Vigésima segunda edición), en http://www.rae.es
- MERLEAU-PONTY, M. (1945): Fenomenología de la percepción, Buenos Aires, Planeta-Agostini, 1993.
- PALLARES, M. y ROVALETTI, ML. (2014) “La acedia como forma de malestar en la sociedad actual”, en Revista Latinoamericana de Psicopatología Fundamental, vol.17 no.1, São Paulo, marzo 2014. Versión impresa ISSN 1415-4714 Versión On-line ISSN 1984-0381http://dx.doi.org/10.1590/S1415-7142014000100005.
- PFEIFFER, M.L. (1998) “Tiempo objetivo, tiempo subjetivo, tiempo trascendental; Tres consideraciones acerca de la temporalidad”, en M. L. Rovaletti (ed.), Temporalidad. El problema del tiempo en el pensamiento actual, Bs. As.: Lugar Editorial, pp. 45-57.
[1] Estaremos hablando preferentemente del vínculo de pareja, aunque no excluyentemente.
[2] Diccionario de la lengua española - Real Academia Española (Vigésima segunda edición). En http://www.rae.es
[3] Ídem
[4] Ídem
[5] Ídem
[6] En Y mañana, qué… Derrida aclara en diálogo con Roudinesco que la différance no es una distinción ni una esencia ni una oposición, sino un movimiento de espaciamiento, un “devenir espacio” del tiempo, un “devenir tiempo” del espacio, una referencia a la alteridad.
Lic. Gustavo Del Cioppo – UBA –
Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla
Lic. en Psicología (Universidad de Buenos Aires) - Mención Diploma de Honor (1995).
Especialización en Psicología Clínica.
Formación en Psicoanálisis Vincular.
Formación en Fenomenología.
Docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Grado y Posgrado.
Vicepresidente 1ro. de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG). Período 2013-2015.
Miembro Activo de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG).
Miembro de distintos Proyectos de Investigación UBACYT y CONICET. Directora: Dra. Prof. M. L. Rovaletti
Miembro de la Comisión Directiva de la Federación Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupos (FLAPAG). Período 2011-2013.
Atención en consultorio privado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Última actualización el Miércoles 29 de Marzo de 2017 16:09
GIRO AFECTIVO: LA HERMENÉUTICA DE LAS EMOCIONES EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
- Martes 17 de Marzo de 2020 22:56
- Agustín Llaurado
En el presente artículo, se expondrán algunos motivos por los que, en el mundo contemporáneo, resulta más fructífero el análisis de la afectividad desde una perspectiva social que partiendo del individuo como unidad de análisis. Para ello se comenzará con una crítica a la conceptualización moderna de la afectividad y sus restos en la actualidad, basándonos en expertos en psicología y sociología cuyos trabajos también argumentan sobre estas cuestiones. Luego, para el desarrollo, se tomará a Foucault en la Historia de la Sexualidad, para contrastar su análisis de la afectividad en otras épocas con el que puede hacerse hoy en día, para referirnos, más que a lo que los contenidos de dichos análisis -que pueden variar-, al método que asegura una lectura de las manifestaciones afectivas, situadas histórica y geográficamente, que pueda evitarnos sesgos epocales indeseados y contrastándolo con los autores mencionados en la introducción. Por último, se arribará a conclusiones que impliquen el ponderar la afectividad como fenómeno inserto en un sistema que construye redes de significación que la modifican según la estructura constituida de cada sistema social, en pos de demostrar que esto es algo que no puede pasarse por alto al plantear el estudio de las emociones.
La ciencia moderna relega a la emoción a un plano secundario en la construcción de la sociedad. Esto se da precisamente porque se trata de un acontecimiento que escapa a la razón, fenómeno de mayor interés para la época moderna (Gondim y Estramiana, 2009).
Según Juárez, plantear las emociones como irracionales, consecuencia de la modernidad, tiene como efecto la “despolitización de las emociones”. Se trata de un proceso por el cual los afectos, innominables por ser irracionales, son expulsados del campo del interés y la construcción social, ya que su manifestación, desde este punto de vista, es puramente individual y le corresponde su saber solo a su portador (Juárez, 2008). Waldenfels adhiere a esta posición, argumentando que todo aquello no enunciado como cualidad neutra y objetiva en el dominio del conocimiento, y que además no sirve a un fin en el dominio práctico, pasa a formar parte del dominio de los sentimientos, siendo estos estados privados del sujeto (Waldenfels, 2008). Este pensar olvida que la cognición no es lo único social. Como ejemplo de esto puede tomarse el funcionalismo, que, si bien prioriza la emoción como acción desencadenada tras y por la evaluación del evento, no considera que las personas evalúan sus emociones y sentimientos a la luz de los conocimientos que adquieren en los procesos de aprendizaje social (Holodynski y Friedlmeier, 2006).
Ahora bien, esta misma “irracionalidad” no se debería despreciar, sino que habría que otorgarle especial atención, ya que es el rasgo principal de la afectividad. Ella nos da la pauta sobre dónde ubicar las emociones dentro de la estructura humana: en la experiencia, ya que no deben menospreciarse por no poder ser limitadas al análisis racional. Waldenfels (2008), al hablar del sentimiento como phatos, arguye que este es algo que nos ocurre, que no sucede sin nuestra intervención, pero que, a su vez, supera nuestra acción al advenir y que, por ello, resulta en una experiencia que comienza por lo extraño, en un hacer y un hablar que son fundamentalmente responsivos, un pathos que no se posee, sino al que se está expuesto.
Así, las emociones son algo que, más que producirlas, nos acontecen. El ubicarlas en el campo de la experiencia tiene la doble consecuencia de que sean, así, elementos participantes tanto en la constitución histórica del sujeto como en la relación mantenida entre éste y su mundo. No se trata de fenómenos separados, sino recíprocos. Las emociones son entonces un componente mediador (determinante) de una cierta respuesta ante un estímulo situacional, por ser elementos que organicen la “estructura orgánica” del ser experimental, y viceversa. El pathos como experiencia (Waldenfels, 2008) es un desarrollo que no está anclado, ni en el mundo interior ni en el exterior.
En la transmisión cultural no solo se traspasan generacionalmente las explicaciones sobre el funcionamiento del mundo en tanto mundo natural, sino también como mundo moral, en el que las emociones son también categorías construidas socialmente, dado que cumplen con un determinado patrón social, con lugares y momentos predeterminados para su apropiada exposición (el teatro o el cine, una conversación íntima en un espacio propio) o represión (sin ir más lejos, el espacio público en general) (Juárez, 2008). En efecto, las emociones se originan en el curso de nuestras interacciones y juegan un importante papel en la construcción, mantenimiento y/o transformación del orden social (Gondim y Estramiana, 2009).
En este sentido, la perspectiva sociocultural propone que además de cumplir la función biológica de adaptación de la especie, las emociones adaptan externamente a un medio cultural, ya que son construidas en las interacciones sociales e influenciadas por dicho contexto (Holodynski y Friedlmeier, 2006). El construccionismo social adhiere en su base a esta última perspectiva ya que, aunando concepciones antropológicas, filosóficas, sociológicas y psicológicas, plantea que las emociones y sentimientos son construidos socialmente ya que nadie experimenta una emoción hasta que aprende a interpretar la situación en términos de patrones morales, sociales y culturales (Gondim y Estramiana, 2009). Además, resulta relevante remarcar que el construccionismo social, a diferencia de otras perspectivas, permite atacar la problemática del lenguaje en las emociones, punto en el que la cuestión se complejiza, ya que el lenguaje posibilita el falsear la autenticidad de las emociones, rasgo sumamente único en ellas, separando lenguaje y verdad, y, derivadamente, afectividad y cognición (Juárez, 2008).
De este modo, estas investigaciones se encuentran marcadas por una tendencia interdisciplinaria e integracionista: la complejidad de las emociones exige superar los límites reduccionistas. En este sentido, el presente artículo, busca contribuir al análisis del rol interpersonal de las emociones en tanto constructoras de la identidad del sujeto tanto como de la identidad de los colectivos sociales.
Esta modalidad de análisis resulta meritoria, ya que porta ventajas interesantes por sobre los análisis individuales de las formas en las que un sujeto está constituido: antes que nada, si se plantea el análisis de la afectividad desde una perspectiva individual, con las emociones en el interior del sujeto, se cae en los laberintos de desconocer su origen al ser imposible su análisis directo porque la única técnica restante en este caso es la introspección (Juárez, 2008). En cambio, hay más certeza cuando se las observa como hechos en una cadena de sucesos en la construcción de la interacción social, condicionada por el lenguaje, ya que, como dice Gergen (2007), no puede estudiarse la cultura sin estar inmerso en ella. En segundo lugar, de proponer el análisis restringido al individuo, se ubica en segundo plano la explicitación de las configuraciones a través de las que el sistema en el que este se halla inmerso lo moldea y constituye. Por último, esta modalidad de pensamiento puede llevar a conceptualizaciones de la sociedad contemporánea como las de Bauman (1996), que exponen que la posmodernidad implica que el significado y el comportamiento de la agencia del sujeto no son determinados por su ambiente, sino solo posibilitados (el ambiente solo sistematiza en la constitución del self mediante las elecciones en el oficio de vida).
En definitiva, la futilidad en el intento de alcanzar una elucidación sobre la naturaleza de las emociones bajo los presupuestos del individualismo compele a atacar la problemática desde una perspectiva que permita lidiar con la cuestión real donde se presenta: en la configuración de una subjetividad encarnada en el marco del mundo intersubjetivo que habita. Gergen afirma que, en el estudio social de las emociones, “más que restablecer la tradición modernista de la verdad objetiva, se promueve la discusión hacia formas de reconceptualizar el problema” (Gergen, 2007, pp. 255). Para esto es necesario, como dice Scribano (2012), poner de relieve la importancia del cuerpo, no solo en tanto constructor de experiencias y posibilitador de las emociones, y por ende inseparable de ellas, sino en cuanto objeto común a todos los miembros de una sociedad politizada, factor crucial en el análisis social de la afectividad: Si intentamos encontrar un denominador común para el problema de la heterogeneidad de las manifestaciones de las emociones como experiencias responsivas, ese es el cuerpo, porque hace posible poner en acto la estructura social dominante, que, en última instancia, deriva del concepto vigente que se tenga de ese cuerpo.
LA HERMENÉUTICA FOUCALTIANA Y SUS VENTAJAS
En la Historia de la Sexualidad (1976; 1984), Foucault (fuertemente influenciado por el construccionismo social) realiza un minucioso análisis de textos de distintas épocas, en el intento de comprender las concepciones de cuerpo que dominaran cada una de ellas, y que por ello establecen distintas dietéticas, económicas y eróticas según cada faceta histórica. También intenta, por derivación, encontrar las nociones de placer adjuntas a estas directrices, y los objetos de este placer, así como las formas de constitución y expresión del deseo. Específicamente en el Volumen I, La Voluntad de Saber (1976), Foucault nos advierte del peligro que conlleva para las masas la disidencia entre dos caras del fenómeno de los cuerpos: plantearlo como una represión de la sexualidad dada a partir del siglo XVII, ejemplificado con la era victoriana; y la producción de discursos sobre los mismos, ejemplificado en el surgimiento del psicoanálisis. Si se opta por creer en la represión de los cuerpos siglos atrás, el análisis histórico derivará inevitablemente en la liberación de estos con el paso del tiempo, sobre todo en el siglo pasado; liberación imprescindible entre la vorágine de cambios producidos tras las grandes guerras, con la obvia consecuencia de que se termine hablando de un proceso de liberación aún vigente y cada vez más vasto.
sexuadosSi bien los fenómenos sociales en los últimos tiempos muestran que con el paso de los años cada vez mayor cantidad de voces se sumaron a la lucha por la liberación (afroamericanos, mujeres, sexualidades diversas), es preciso incluir la otra perspectiva de análisis: que en realidad, en la época llamada de “mayor represión de los cuerpos”, al menos en los últimos tiempos, es con disciplinas como el psicoanálisis que comienza a gestarse una inmensa producción de discursos sobre el sexo, la sexualidad y los cuerpos, portando esto también dos consecuencias. Por un lado, que finalmente comience a haber un conocimiento (registrado) sobre ello, pero, a la vez, que los núcleos de poder de la sociedad tengan acceso a él. Esta es la relación entre poder, saber y sexualidad: la mecánica del poder no pertenece realmente a la represión, como se querría hacer creer, sino que se da a través de la complacencia. Como dice Juárez, el control sobre nuestros cuerpos se ejerce mediante la inserción del deseo universal (subjetivado) de alcanzar el ideal que nosotros mismos nos proponemos como sociedad (Juárez, 2008): la ilusión, como explicaría Foucault, está en creer que nosotros (por fuera de los núcleos de poder) administramos el control de esos ideales. El capitalismo, entonces, como sistema económico, pero también político, es primariamente un sistema de orden social, cuya base operante es el deseo: la coincidencia, en el primer discurso planteado, entre la represión y el desarrollo del capitalismo, explicada por la necesidad de avocar los cuerpos a los medios de producción, haría que en la increíble expansión capitalista del siglo XX (no por nada hubo una Guerra Fría) se diese vuelta la cuestión, no solo en la producción de saberes sobre el sexo ya iniciada en la psiquiatría del siglo XIX, que portaría una naturaleza transgresora condicente con la revolución de las masas, sino en la forma que el capitalismo implementa en la presentación de los cuerpos: a partir del siglo pasado, cuerpos finalmente sexuados de forma explícita, que no solo desean sino que se hacen desear.
De esta manera, el sistema capitalista queda como el benefactor garante de la liberación de los cuerpos, cuando en realidad, la cuestión dista de ser así, y lo que sucede es que este sistema, siendo garante de esos cuerpos liberados, es por tanto poseedor de ellos. Juárez (2008) dice que ahora los cuerpos están mucho más presentes en la cotidianeidad y en el análisis social porque más que nunca no son nuestros cuerpos, porque, habiendo ya salido del dualismo cartesiano, tanto la afectividad como el cuerpo deben acatar la normativa social. En definitiva: el hecho de haber planteado al cuerpo como más que un simple envase de la persona humana, con todos los pros que ello implica, conlleva también el riesgo de que el cuerpo no sea lo único susceptible de control por los núcleos de poder, sino que actúe como mediador, como vehículo entre el control ejercido por estos y el sujeto mismo. El control de las mentes no solo se realiza a través de la academia, la cultura y la moral, porque es sobre todo a través del cuerpo y los modos en que este es o no, en primer lugar, representado, y luego dominado, que estas mismas pueden crear sus nociones e impartirlas.
La afectividad entra en juego en todo esto cuando, al plantear la conformación del cuerpo en el contexto político que de él hace uso, y habiendo esclarecido ya que para una afectividad se necesita primero un cuerpo, ubicamos las emociones como construcción social, “proceso que entre otras cosas funciona como un dispositivo de control social en tanto que reproductoras de la estructura social, pero que también y por la misma razón permiten y son posibilitadoras de transformación social” (Juárez, 2008, pp. 227).
Ahora bien, en el segundo volumen de la Historia de la Sexualidad (1984), el análisis que Foucault realiza de documentos históricos acata el título mismo de la obra: El Uso de los Placeres. La problematización moral de los placeres en el mundo antiguo se da, según el autor, en la constitución de las aphrodisia, aquello reconocido como sustancia ética en el comportamiento sexual; el uso de chresis, el tipo de sujeción a la práctica de estos placeres sometida a valoración moral; y la enkrateia, dominio de uno sobre sí mismo para constituirse como sujeto moral. Estos tres componentes de la problematización moral de los cuerpos se extienden para conformar lo que Foucault llama la práctica de sí: la relación que uno tiene con su propio cuerpo, que tiene como base las normas sociales establecidas pero que no por ello debe obedecer al pie de la letra, y que, en la configuración que uno practique del cultivo de sí, construirán, además de la relación con el propio cuerpo, la relación con los otros cuerpos disponibles para ser experimentados, definiendo las formas en las que debe darse el matrimonio y la misma sexualidad (recordemos, aunque no venga al caso, la pederastia griega, que Foucault también analiza en este y el siguiente volumen de la obra). A grandes rasgos, una de las conclusiones a las que llega el autor es que el núcleo duro de esta problematización moral se daba en aquella época sobre todo según el dominio que uno tuviese sobre los deseos sexuales, pero no en tanto represión de estos, ya que la gran mayoría de los textos citados estudiados concordaban en que las tendencias sexuales son naturales, y que, por ende, reprimirlas sería insalubre, sino en tanto, una vez aceptado esto, descubrir, según los diferentes casos, cuál sería el grado de control ejercido sobre ellas, ya que el libertinaje desenfrenado también era visto, por supuesto, como nocivo. En definitiva, la problematización moral del cuerpo no porta en sí nomos universal alguno, sino a lo sumo sugerencias o guías sobre la mejor forma de llevar esta relación, pero justamente es ese el punto clave: la cuestión radica en la relación que uno establezca para consigo mismo y su cuerpo, y, en consecuencia, para con la sociedad. Es por esto que, en los debates griegos, no solo no se reprochaba en general la pederastia con los muchachos, sino que hay incluso argumentos que la plantean como más natural, más beneficiosa o placentera que la interacción con las mujeres. A fin de cuentas, los mismos conceptos de bien y mal en esta problematización eran pensados desde las variables mediciones en el uso de los placeres. El análisis continuará en el tercer volumen (La Inquietud de Sí) enfocado específicamente en este cultivo de uno mismo que lo posiciona en la vida en comunidad. Lo importante de estos volúmenes para el presente artículo radica en la demostración de que la problematización del cuerpo (relacionado, como ya se dijo, intrínsecamente con la afectividad) es en primer lugar dado según una relación con uno mismo, pero esa relación no se hace sin un contexto social en el cual desarrollarla.
Waldenfels es útil para pensar esto cuando habla del cuerpo como morada de las emociones: “En una perspectiva pática, el lugar de los sentimientos no es ni las cosas ni el alma o el espíritu. Presupone un ser que no es ni enteramente fuera de sí como la res extensa de la naturaleza ni enteramente en sí como el espíritu puro. Su lugar es el cuerpo, que se siente cuando siente otra cosa, que sin cesar en la acción propia está expuesto a otras influencias y que así sigue siendo vulnerable. La sensibilidad y la vulnerabilidad son inseparables. Ese cuerpo tiene así una identidad corporal que se refiere a sí misma retirándose de sí misma. El retrato de sí mismo no se refiere solo a la figura del cuerpo sino también a su materialidad (Leibkörper) que nos enlaza con la naturaleza y que lleva los trazos de la historia natural. La identidad del yo corporal se siente entonces interpelada de diferentes maneras. Como en el caso de la intencionalidad, en el dominio de los afectos hay que distinguir modos y cualidades, pero son mucho más difíciles de captar pues no conciernen a la manera en que cada cosa es aprendida o evaluada en tanto tal, sino a la manera en que somos tocados por alguna cosa, sin que “la cosa” pueda ser separada del efecto que produce.” (Waldenfels, 2008, pp. 4).
CONCLUSIÓN
Foucault demuestra de esta manera la importancia de analizar la construcción social del concepto de cuerpo, ya que este determinará el posterior desarrollo no solo de las nociones que se desprenden de él, sino las formas de regulación social que esta producirá en diversos ámbitos, que van desde la dietética y la erótica en la Antigüedad hasta el adoctrinamiento de los cuerpos en la Modernidad, todo centrado en el eje de la relación que uno tenga consigo mismo (el cultivo y el cuidado de sí), que, como ya se dijo, da el pie para establecer la subsecuente vinculación interpersonal. Si esta noción de cuerpo es generada socialmente, es entonces a este factor al que tenemos que atenernos para analizar la intersubjetividad, en un primer nivel, y la subjetividad propia del individuo en un segundo grado.
Relacionando lo dicho con las emociones, el estudio de estas bien debería partir primero de un estudio del modo de injerencia actual del sistema (primariamente económico) en la sociedad que constituye, del cual extraer los supuestos a analizar sobre el estado afectivo de los sujetos que la componen, para luego cotejar estos con el estudio de los sujetos. Eso plantearía varias ventajas, como, por ejemplo, que ya desde el inicio la meta no sea alcanzar una verdad metafísica sobre las emociones, sino ver de qué modo están manifestadas en la realidad actual, lo que permitiría lidiar más “certeramente” con ellas, y, por otro lado, poner a prueba nuestra propia facultad investigativa como psicólogos, sociólogos, antropólogos, etc., ya que sería tomar el riesgo de que nuestros supuestos sean erróneos al cotejarlos con el estudio de los sujetos, obligándonos a replanteárnoslos. Por supuesto, esto requiere de la participación de varias disciplinas en conjunto e igualdad de condiciones; en la sociología, por ejemplo, podríamos valernos para esto de conceptualizaciones como la teoría del campo de Pierre Bordieu, sobre todo con las nociones de habitus (importante en la repetición de las estructuras sociales de la que habla Juárez) y capital simbólico (relevante para el entendimiento del lenguaje como transmisor cultural). Dicho todo esto, se propone retomar un análisis que parta del estudio de los sistemas sociales con la intención de discernir las nociones que en estos prevalecen y dominan, nociones que dictarán la forma del accionar que los sujetos han de tomar, y por ende la constitución de su psiquismo. Para esto podemos tomar como referentes el construccionismo social de Kenneth Gergen (2007), que propone la gestación y el desarrollo de una modalidad generativa de las teorías, al menos en las ciencias humanas, implicando esto que los investigadores se piensen y posicionen a sí mismos como parte de su objeto de estudio, y que no desprecien los supuestos que puedan llegar a tener sobre este, sino que, por el contrario, los tomen como puntos de referencia de la teorización a construir o el saber a elucidar, dado que ya se ha comprobado que resulta prácticamente imposible deshacerse de esos “saberes preliminares”. Dice Gergen: “Con cada nuevo foco, la propia experiencia acerca del patrón puede ser alterada. El “patrón de estudio” depende, pues, de manera muy importante, del conjunto cognitivo del observador. En este caso, el sistema de categoría ayuda a dirigir la atención y, al hacerlo, “crea” el fenómeno de observación” (Gergen, 1996, pp. 66).
La ventaja que porta la teoría generativa como modelo de estudio es el potencial que otorga a la ciencia para moldear el significado de los sistemas de la sociedad y, por tanto, de las actividades comunes de la cultura. Así: “la explicación por la que opta el psicólogo social para una acción dada puede ya bien sostener o alterar los patrones de atribución común de la cultura y, por tanto, los patrones comunes de culpa y elogio” (Gergen, 2007, pp. 68). Fundamenta Gergen la validez de una teoría generativa contraponiéndola a la relatividad del empirismo científico: “Popper (1959) ha argumentado que es muy poco lo que se puede ganar al aumentar el apoyo empírico a una teoría dada. Primariamente, son las fallas en la verificación las que impulsan hacia adelante al entendimiento en un grado significativo. Más allá, el protegido de Popper, Thomas Kuhn (1962), ha argumentado que los cambios en el paradigma teórico generalmente no dependen del estatus empírico de los sistemas conceptuales relevantes”, y, además, argumenta que todo comportamiento puede ser definido dependiendo de su función dentro de un contexto social determinado, por lo que no hay una operación transcontextual a la cual el investigador pueda permitirse atar un término teórico específico, y así cualquier comportamiento puede servir como definición operacional para casi cualquier término (Gergen, 2007, pp. 66). Así, el modo de la descripción y la explicación teórica está íntimamente relacionado con los sistemas de significado comunes dentro de la cultura, por lo que el lenguaje mismo que los investigadores usen les da ya de por sí una pauta sobre el mundo culturalmente construido que intentan estudiar.
También pueden para este propósito tomarse teorías como las de los sistemas complejos (abiertos, dinámicos), ya que estas plantean una estructuración no estática de la sociedad cuyos niveles son compuestos por la interacción de sus componentes, lo cual implica que la conformación partita de la estructura modificará a la vez la estructura en su totalidad, y, además, que la cualidad de la estructura surgirá como una propiedad sistémica del conjunto (García, 2009). Lo crucial es que las emociones determinan el modo de accionar y, por ende, la forma que el conjunto social, como sumatoria de interacciones, tomará en todas sus dimensiones.
De este modo, se comprenden mejor el origen, el porqué y el cómo de las emociones. Así como se ha dado el paso a la bioética para poder dar respuestas a cuestiones prácticas (Bonilla, 2006), es preciso que el giro afectivo corra el acento del individuo hacia su kósmos (el ordenamiento predeterminado de su mundo, dado tanto en el cuerpo y sus usos como en el lenguaje), permitiendo así modificar la cualidad de dispositivos de control social que tienen los cuerpos y las emociones, para transformarlos en dispositivos de cambio en pos de un bienestar mayor, producto, en lugar del control, de un proceso de autorregulación de la sociedad, desde “afuera” del sujeto hacia su “interior”. La forma quizás no sea “El sistema hace B porque el individuo siente A”, sino “El individuo siente A porque el sistema hace B”. Por último, agregaríamos que representaría una gran ventaja en todo este contexto perspectivar este tipo de estudio desde el deseo, planteándolo no solo como componente esencial de las emociones, y por ende unidad de estudio, sino como unidad de transacción de las relaciones de poder: la cuestión de las emociones bien podría estar, hoy en día al menos, en intentar discernir qué desea el sujeto de su mundo construido en base al mundo que lo rodea.
BIBLIOGRAFÍA
Bauman, Z. (1996). Teoría Sociológica de la Posmodernidad. En Estudios Sobre Estado y Sociedad, Vol. II, No. 5.
Belli, S. y Rueda, L. (2008). El estudio psicosocial de las emociones: una revisión y discusión de la investigación actual. En PSICO, Porto Alegre, PUCRS, v. 39, n. 2, pp. 139-151. Barcelona.
Bonilla, A. (2006). ¿Quién es el Sujeto de la Bioética? Reflexiones sobre la vulnerabilidad. En Bonilla, A. Losoviz& D. Vidal (Comp.) Bioética y Salud Mental (pp. 73-78). Buenos Aires: Akadia.
Bourdieu, P. y Wacquant, L. (1996). La lógica de los campos; Habitus, illusio y racionalidad. En Respuestas por una antropología reflexiva (pp. 63 a 127). México; Grijalbo.
Foucault, M. (1976). Historia de la Sexualidad, Volumen I: La Voluntad de Saber. Buenos Aires, Editorial Siglo XXI.
Foucault, M. (1984). Historia de la Sexualidad, Volumen II: El Uso de los Placeres. Buenos Aires, Editorial Siglo XXI.
Foucault, M. (1984). Historia de la Sexualidad, Volumen III: La Inquietud de Sí. Buenos Aires, Editorial Siglo XXI.
García, R. (1989, abril). Dialéctica de la integración en la investigación interdisciplinaria. Trabajo presentado en las IV Jornadas de Atención Primaria de la Salud y I de Medicina Social, Buenos Aires, Argentina.
Gergen, K. (2007). Construccionismo Social: Aportes para el Debate y la Práctica. En Construccionismo social, aportes para el debate y la práctica / Kenneth Gergen; traductoras y compiladoras, Angela María Estrada Mesa, Silvia DiazgranadosFerráns. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Psicología, CESO, Ediciones Uniandes, 2007.
Gondim, S. y Estramiana, J.L. (2010). Naturaleza y cultura en el estudio de las emociones. Revista Española de Sociología.
Holodynski, M. y Frieldmeier, W.l. (2006). Development of emotions and emotionregulation. Nueva York, Springer.
Juárez, A.G. (2002). Aproximación a una Teoría de la Afectividad. Tesis doctoral dirigida por el Dr. Tomás Ibáñez García. Departamento de Psicología de la Salud y Psicología Social, Universidad Autónoma de Barcelona.
Scribano, A. (2012). Sociología de las emociones. En Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad. Nº10. Año 4. ISSN: 1852- pp. 93-113. Buenos Aires, Argentina.
Waldenfels, B. (2008). L´assisecorporelle des sentiments. En Escoubas, E- Tengelyi, L. (Dir.) Affect et affectivitédans la philosophiemoderne et la phénoménologie. Paris, L´Harmattan, pp. 20
Última actualización el Martes 17 de Marzo de 2020 23:06
La psicología aeronáutica, un campo en crecimiento
- Martes 02 de Julio de 2013 14:22
- Modesto M. Alonso
En la actualidad la actividad aeronáutica es una de las más seguras, tanto que sus métodos para lograr seguridad se aplican en otras actividades complejas, incluida la medicina. En esos aportes teórico-técnicos tiene una gran participación el psicólogo aeronáutico.
Consideramos a la Psicología Aeronáutica (PA) como una especialidad de la psicología, aplicada al estudio de los procesos psicológicos de los individuos, grupos y organizaciones que integran el sistema sociotécnico aeronáutico y espacial (SSA).
En su participación dentro del campo multidisciplinario de los Factores Humanos (FH), se dedica en especial al estudio del riesgo y del error humano, buscando una performance segura en la operación de los sistemas aeronáuticos. Los aportes teóricos y técnicos en el análisis del nivel psicológico de integración intentan comprender y predecir, en especial, qué comportamientos contribuyen a la óptima performance del sistema, y cuáles la degradan hacia estados no aceptables de riesgo y error.
En esta tarea interdisciplinaria de los FH, la PA aporta el conocimiento de procesos psicológicos básicos, modalidades de análisis, sistemas de registro de datos, estudio de casos, modelos sobre error, administración del riesgo, gerenciamiento de recursos, métodos de capacitación sobre comunicación, conciencia situacional, toma de decisiones, afrontamiento del estrés, incluyendo con eficiencia la visión de lo psicológico en general, la mirada clínica y la acción psicoterapéutica.
La buena performance de los operadores depende de su salud en sentido integral, lo que obviamente incluye su salud mental. Esto implica desarrollos de los procesos de selección, aptitud psicofisiológica y entrenamiento de personas y equipos de trabajo, en el diseño, organización y control de sistemas de vuelo y de trabajo, buscando adecuada relación de las interfases de los seres humanos entre si y en su relación con las máquinas, los procedimientos y el ambiente de las operaciones (Modelo SHEL).
Sobre esta base, la PA tiene definida participación en las estrategias de prevención y de investigación de accidentes, que a pesar de ser escasos, en su gran mayoría se producen por cuestiones humanas, “factores humanos”, lo llamado “no técnico”.
Los estudios e intervenciones en PA se realizan desde el nivel individual al organizacional, en el ámbito de la aeronáutica civil, comercial y militar, así como en la actividad aeroespacial, y en ellos se privilegia una visión sistémica e integradora.
La aplicación de estas concepciones da lugar a un entrenamiento obligatorio para los operadores —en FH y en CRM—, que es un modo de capacitar a la gente en mejorar su comunicación, liderazgo, trabajo en equipo, procesamiento de la información, administración del error y el riesgo, del estrés, la fatiga y la carga de trabajo, mantenimiento de la conciencia situacional, adecuada toma de decisiones, asertividad, etc.
Los astronautas advierten que el obstáculo principal a resolver en los viajes espaciales prolongados, como el que se programa a Marte, es de orden psicológico.
La investigación actual en PA, estimulada por la actividad aeroespacial y apremiada por las exigencias del futuro, se orienta a desarrollar integraciones interdisciplinarias, conceptualizaciones sistémicas, nuevos instrumentos psicodiagnósticos, técnicas de ayuda específicas, meta perspectivas sobre su objeto, multidimensionalidad dinámica en la concepción, e incluso atención a problemáticas éticas y religiosas emergentes.
La PA cumple funciones en: la selección, el monitoreo del desempeño y la salud; la detección, diagnóstico y tratamiento de los problemas psicológicos que afecten el trabajo; en otorgar y hacer seguimiento de la aptitud; dar soporte emocional a quienes pierden temporariamente su aptitud; prestar atención a las cuestiones psicológicas de quien pierde su licencia por un problema médico; acompañar en las reacciones ante los problemas naturales de la vida.
Hay un desafío no resuelto de tratar de ir ofreciendo respuestas orgánicas e institucionalizadas a las demandas de la tarea, que haya servicios de salud especializados y que sean accesibles, proactivos, preventivos y suficientemente protectores y con marcos claros para incluir a los agentes de salud mental.
Con esto estamos hablando de un abordaje preventivo que debe ser simultáneo, en los niveles organizacionales, grupales e individuales en juego, lo que obviamente incluye la dimensión clínica pero no se agota en ella, y en eso la psicología aporta conceptos y herramientas para comprender y operar.
El psicólogo aeronáutico puede trabajar tanto en instituciones civiles como militares, en la aviación comercial o la actividad aeroespacial, integrado al staff o como consultor externo, pues donde hay gente trabajando y en riesgo, su presencia es conveniente y necesaria. No obstante, la resistencia a lo psicológico y al rol del psicólogo, tan conocidos en la historia de la ciencia y de la profesión, se manifiesta también en estos ámbitos, aunque los aportes logrados van generando mayores niveles de confianza.
Una parte de la producción científica sobre el tema, el lector la podrá apreciar en la bibliografía adjunta y en los trabajos del International Journal of Aviation Psychology, o del Aviation Psychology and Applied Human Factors, así como en la actividad de la European Association of Aviation Psychology, la Association of Aviation Psychology, la Sociedad Interamericana de Psicología Aeronáutica, la Asociación Española de Psicología Aeronáutica, la Australian Association of Aviation Psychology, y otras que podrá ubicar en Internet.
En cuanto a la formación académica del psicólogo aeronáutico, hay países donde la demanda laboral es suficientemente intensa como para que se haya generado una oferta universitaria de formación sistemática. En otros países, el psicólogo comienza trabajando en un ámbito aeronáutico y va estudiando y reuniendo experiencia, diseñando a su modo su carrera. En Argentina hemos realizado en la Facultad de Psicología de la UBA, desde el 2000 al 2003, cursos desde la Secretaría de Posgrado. Y a partir del año 2004, para ampliar sus alcances, comenzamos a realizar cursos desde la Secretaría de Extensión, sobre Psicología Aeronáutica y Factores Humanos, en convenio con el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial y también en su sede, siendo actualmente éste el único curso universitario sobre el tema en el país.
A él asisten psicólogos, médicos y distintos profesionales de la aeronáutica como pilotos, tripulantes de cabina, ingenieros, despachantes, controladores de torre, etc.
La existencia de reglamentaciones internacionales (OACI, FAA, JAR, etc.) que establecen la aplicación obligatoria de los conocimientos aportados por la PA a la seguridad aeronáutica, son un reconocimiento y un estímulo para el estudio de estos campos de la psicología aeronáutica, que vienen en un creciente desarrollo teórico y técnico.
Bibliografía
ALONSO M. M. (2009) Actividad Aeroespacial, Seguridad y Salud Mental. En: V.V.A.A., El Padecimiento Humano. Entre la Salud y la Enfermedad. Buenos Aires: Asoc. Arg. de Salud Mental.
ALONSO M.M., INSUA E:I:, KLINAR D. (2009) Miedo a volar. En: Trauma, Historia y Subjetividad. Trimboli A. y otros (Comps.) Buenos Aires, Ed. Asoc. Arg. De Salud Mental, Serie Conexiones.
BOR R., HUBBARD T. (Eds.) (2006) Aviation Mental Health. Ashgate, USA-England
GARLAND D. J., WISW J.A., HOPKIN V.D. (Eds.) (1999) Handbook of Aviation Human Factors.New Jersey,Lawrence Erlbaum Assoc. Publ.
GOETERS, K. M. (Ed.) (2004) Aviation Psychology: Practice and Research. USA, Ashgate Publishing Co.
KING R. E. (1999) Aerospace Clinical Psychology (Studies in Aviation Psychology and Human Factors), Ashgate Publishing Co.
LEIMANN PATT H. O. , SAGER L., ALONSO M.M., INSUA I.E., MIRABAL J. (1998) CRM. Una Filosofía Operacional.Gerenciamiento de los Recursos Humanos en las Operaciones Aeronáuticas.Buenos Aires, Soc. Interamericana de Psicología Aeronáutica.
MARTINUSSEN M., HUNTER D. (2009) Aviation Psychology and Human Factors.USA, CRC Press.
TSANG P.S., VIDULICH M.A (2003) Principles and Practice of Aviation Psychology.New Jersey,Lawrence Erlbaum Assoc. Publ.
SALAS E., MAURIÑO D. (2010) Human Factors in Aviation. (2º Ed). Academic Press.
Curso en Psicología Aeronáutica y Factores Humanos en Evacuación Aeromédica Coordinador general: Modesto M. Alonso Período: Agosto de 2013 Lugar de dictado del curso: Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial (INMAE), Av. Belisario Roldán 4651, (1425) Ciudad de Buenos Aires, Tel: 4514-1558; Fax: 4514-1557.
Facultad de Psicología, UBA. Secretaría de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario, H. Yrigoyen 3242, 3º piso, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tel: 4931 6900, int. 133 Email: Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla Departamento de Atención al Público: lunes a viernes de 9 a 14 hs. |
Modesto M. Alonso es licenciado en Psicología (UBA), especialista en Psicología Aeronáutica, piloto privado de avión y psicoterapeuta.
Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla
.
Última actualización el Jueves 22 de Agosto de 2013 13:12
Las raíces
- Martes 15 de Octubre de 2013 14:57
- Lidia Nicolai
Nadie sabe el secreto, conocerlo aterrorizaría a más de uno de los vecinos de la aldea cercana, y las raíces lo guardan con celo bajo la tierra que las cobija. Adormiladas sólo de día, sociables y andariegas en la oscuridad, cerca de cada medianoche su letargo se desvanece: se desperezan, poco a poco se alargan, se estiran lo indecible, reptan, horadan el suelo como topos longilíneos y se reúnen en un claro del bosque a comentar los asuntos cotidianos.
Están preocupadas: una nueva clase de gusanos, verdes como raíces jóvenes, han invadido la zona y aún no saben cómo combatirlos. Varias de ellas muestran sus mutilaciones en plena reunión. Las que aún no sabían del fenómeno, se rinden ante la evidencia. Las gruesas raíces de un roble expresan la sospecha que no atacan por igual a todo el mundo sino de manera selectiva, como las alimañas. Por eso las demás, las que por alguna razón desconocida no son objeto de la carnicería de los invasores, deberán ser las que armen la defensa.
Las raíces de un viejo arce llegan con retraso a la reunión pero dan la única noticia de utilidad. Conocen la procedencia de los gusanos. Un labriego, que mora en las afueras de la aldea, cría en inmensos tanques a esos animales maléficos con algún fin impensable. La solución es sencilla, asegura.
En silencio se acercan a la casa del labrador. La bordean. Circundan los tanques malditos. Unas rompen con facilidad puertas y ventanas, otras penetran el piso y las paredes por las rendijas que separan los tablones de madera.
Todas quieren participar. Juntas, con la mayor calma, sin el más mínimo apremio, estrangulan al hombre, a la mujer y al pequeño hijo.
Las raíces resuelven sus problemas de esa manera. No conocen otra.
Este cuento integra, junto a otros catorce, el libro cuentos Volver a mar y otros cuentos de Lidia Nicolai, Grupo Editor Latinoamericano (en prensa). Los interesados en el libro pueden escribir a Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla .
Otros cuentos: Carmela - El libro - La fotografía - La posición cabal - El cuarto escalón - Luces benéficas - El tubito convocante - Kapí - Volver al mar - El personaje independiente - La noche - El castigo - El bicho - Los tormentos desaparecerán.
Lidia Nicolai. Licenciada en Ciencias Físicas y en Psicología de la UBA. Ha sido investigadora de la CNEA, docente e investigadora de la Fac. de Ciencias Exactas y Nat. de la UBA, docente de la UTN y, desde 1985, docente de la Facultad de Psicología, participando de proyectos dirigidos por el Prof. Titular Horacio F. Attorresi de la Agencia, el CONICET y UBACyT. En la actualidad participa como investigadora con categoría Docente-Investigador III de un Proyecto UBACyT, y es JTP Regular de Estadística (Cátedra II). Como escritora, algunos cuentos han merecido premios en concursos literarios, algunos forman parte de antologías y recientemente ha publicado "Volver al mar y otros cuentos", un libro de Nuevo Hacer – Grupo Editor Latinoamericano.
Última actualización el Viernes 18 de Octubre de 2013 17:10