Abatimientos existenciales: Algunas vidas grises

FUNDEP
Fundación para el estudio de la depresión
http://www.fundep.info/index.htm

Primera Jornada sobre Depresión
“Diversos abordajes clínicos y terapéuticos”

Academia Nacional de Medicina
20 de octubre del 2007

 

Mesa redonda:
Traumas y trayectorias de vida


Participante: Dra. Ana María Fernández.
www.anamfernandez.com.ar

 

Título de la Ponencia:

Abatimientos existenciales: Algunas vidas grises

Antes que nada quiero felicitar la idea de crear este espacio. La respuesta tan numerosa a la convocatoria de FUNDEP da cuenta de la necesidad que existe en nuestro medio de tener espacios donde pensar e intercambiar ideas sobre el trabajo cotidiano. También, desde ya, agradecer a Luis Horstein y Hugo Lerner la invitación.

En esta ocasión, me voy a referir a un tipo de trayectoria de vida, que en los últimos años se vuelve frecuente en los consultorios y que posiblemente esté hablando de ciertas transformaciones generacionales, por lo menos en ciertos recortes socioculturales, en los modos de subjetivación.

Quisiera subrayar la palabra consultorio. Con ello estoy enfatizando que algunas particularidades a las que voy a referirme se presentan en alguna población joven heterosexual que concurre a la consulta privada y que por el momento no estaríamos autorizados a extenderlas a otros sectores sociales. Es decir, que estas reflexiones estarán regidas por tres fuertes cauciones: de clase social, etaria y de opción sexual. Deberíamos distinguir, sin duda diferencias de género; pero no creo que tengamos tiempo de explayarnos sobre ellas.

Me voy a referir a ciertas modalidades existenciales, cada vez más frecuentes en la consulta, a las que he denominado “vidas grises” y que me parece de suma importancia distinguirlas de las depresiones. Muchas veces ya llegan medicados/as con antidepresivos. O bien dicen estar deprimidos/as y el tono vital es tan bajo, que podría suponerse que estamos frente a una depresión.

Si se me permite una rápida generalización, suelen presentar:

Sin detenernos demasiado, podría dar algunos ejemplos:

 

A partir de estos ejemplos, podríamos realizar algunas inferencias. Provisorias inferencias, pero que me interesa compartir con ustedes.

Tal vez estemos en presencia de un modo de subjetivación de estos tiempos donde estas vidas grises se despliegan, sin demasiados conflictos, donde lo valorado es la ausencia de conflicto o confrontación. Han sido hijos/as cuidados, sin marcadas carencias materiales, que parecieran no haber “necesitado” fuertes rebeldías adolescentes, pero que pueden quedar rápidamente sobrepasados/as por las contingencias cotidianas de la vida.

Se trataría de modalidades existenciales que estarían desplegando un tipo particular de sobreadaptación (término provisorio) donde se trata de vivir con lo dado, (que puede no ser poco económica y culturalmente hablando) hacer lo que se espera, vivir en lo que es. Como si hubiera una ausencia del anhelo  de construir las propias experiencias, o de transformar  sus condiciones de existencia. “Nunca me hice la rata” dice una analizante, sin nostalgia ni orgullo. Es lo que es.

Recuerdo una joven treintañera que expresaba sus dudas de tener hijos argumentando que estaba muy en desacuerdo en cómo sus amigas y amigos criaban a sus hijos. Señalaba que llevaban a los niños/as a todos lados, que no resguardaban espacios exclusivos de la pareja, como recordaba que habían hecho sus padres y sus respectivos amigos. Cuando le pregunté por qué ella no podría criar los suyos a su criterio, respondió: “No, ahora es así.”

Si comparamos, con todas las relatividades del caso, con nuestra generación, es como si estuviera ausente la idea de tomar desafíos; como si estuviera ausente el anhelo de hacer, construir, experimentar las propias experiencias.

Dice el Lic. Álvaro Vives en una ponencia del 2003, “Las patologías de la crisis, violencia, adicciones y trastornos de depresión”, en un párrafo que me parece ilustrativo de lo que estoy tratando de exponer:

“Las patologías de la crisis; temporalidad y representación en la experiencia: Sabemos que la experiencia no es dada sino construída por el sujeto y siempre se da en un tiempo y un espacio psíquico que la determina con un estilo que propone un ritmo y genera un clima. Winnicot se ha ocupado de estudiar esa zona transicional, que se construye “entre” el sujeto y el Otro y que es condición de posibilidad de la experiencia, y ha subrayado el valor de la ilusión como concepto centrado en la creación de lo dado. Cuando la temporalidad subjetiva es violentada la experiencia se enajena y el deseo decae, no hay creación posible de lo dado; pero cuando la representación desplaza por completo la experiencia el sujeto ya no está allí y sólo hay sobreadaptación, imposición de lo dado sin más. ¿Cuál es la respuesta subjetiva si la presión aumenta impidiendo aún la sobreadaptación? Camus ha dado una inmejorable versión literaria con Mersault, el arquetípico personaje de su novela “El extranjero”: sin ilusión, sin expectativas, sin valores, y sin más sentido que su apetencia inmediata”[1]

¿Cuál sería aquí la temporalidad alterada? Creo que el futuro, la proyección de futuro, las ilusiones, las esperanzas, necesariamente colectivas. Hace ya unos años escribí un artículo donde hablaba de “los enfermos de futuro” donde me preguntaba por el costo psíquico de vivir en “lógicas del instante”.[2] Tradicionalmente se han estudiado las estrategias de supervivencia como propias de los sectores carenciados, donde sólo se puede pensar en el hoy. A partir de los 90 fuimos viendo cómo las lógicas del instante se extendían a todos los sectores sociales. Iban mucho más allá de la inmediatez de la precariedad económica.

Creo que deberíamos poder pensar la dimensión histórico social de estas vidas grises. Con esto quiero significar que para optimizar la escucha clínica se vuelve necesario pensar en la tensión de lo que Castoriadis llamaba el avance de la insignificancia[3] y poder preguntarnos cómo y qué se estaría insignificando, produciendo estos vaciamientos  de las significaciones imaginarias sociales. Vacío, a diferencia de falta…

Si, como el mismo Castoriadis señalaba, las instituciones dan sentido a la psique, ¿cómo se producen subjetividades en el marco de “instituciones estalladas”?[4] Es decir, ¿cómo se producen los anclajes institucionales, cuando las instituciones tambalean o se desfondan?

Con el término “instituciones estalladas” he querido dar cuenta de un modo particular de transformación de las instituciones, que en nuestras investigaciones hemos localizado en Argentina, claramente a partir de los ‘90, donde las instituciones funcionan como si fueran las mismas, pero operan vaciadas o desfondadas de sentido.

Algunos rápidos ejemplos para ilustrar esto:

Entonces ¿Cómo se produce el anclaje del juego de las identificaciones tempranas en instituciones desfondadas? Si se me permite la expresión, estamos habitando instituciones “como si” (as if) Desde el estado hasta la vida íntima, los anclajes tambalean, se insignifican, se vacían.

De allí la importancia de tensionar  escucha clínica-momento sociohistórico y abrir una serie de interrogantes:

¿Avanza una nueva modalidad de la configuración del lazo social donde los anclajes institucionales que dan sentido a la psique deben realizarse en instituciones como siy por lo tanto vacila o fracasa la relación del sujeto con el Otro”?[5]

¿Estaríamos en presencia de una mutación de las significaciones clásicamente estudiadas por el Psicoanálisis que han históricamente instituido la tensión deseo-represión? De ser así, se vuelve  necesario repensar las distinciones y articulaciones necesarias con la clínica de la neurosis en la que pensamos el síntoma como compromiso entre la exigencia pulsional y la ley simbólica del Otro, es decir, entre el deseo inconsciente del sujeto y la dialéctica represión-retorno de lo reprimido[6].

¿Podríamos pensar que cuando en estas vidas grises entrenadas en no transitar conflictos de alta intensidad, ven sobrepasada su sobreadaptación, se crean condiciones para las crisis de pánico?

Por otra parte no hay que olvidar que en el lado opuesto de la sobreadaptación nos encontramos con lo pulsional salido de cauce, accionando abusos de diverso orden, violencias, trastornos alimentarios, adicciones, etc.[7]

En este punto es de destacar que el servicio telefónico del gobierno de la ciudad que atiende llamadas de noviazgos violentos, no da abasto los fines de semana. Cambian allí algunas características de las violencias domésticas. Ya no se trata de mujeres pobres con 20 años de golpes, muchos hijos y sin tener a dónde ir. Son, generalmente muchachas de clases medias, escolarizadas, en relaciones sentimentales muchas veces no muy prolongadas. Sin embargo, son objeto de violencias físicas y abusos psicológicos.

¿Cuál sería la importancia de distinguir estas modalidades existenciales de vidas grises? Quisiera señalar aquí algunas primeras cuestiones, de modo tal que, echada a rodar la problemática, podamos avanzar en su conceptualización.

En primer lugar, me parece que si realizamos esta distinción clínica, podemos estar advertidos/as de no convalidar, en estos casos, un posible uso indebido de psicofármacos. Quiero aclarar que soy muy partidaria de ellos cuando el caso lo amerita. Tenemos en los últimos años una magnífica ampliación de la psicofarmacología, que al mismo tiempo que se vuelve un poderoso aliado de  la clínica psicoanalítica exige dos recaudos urgentes: saber distinguir cuándo usarlos, cuáles y en cuál situación, y actualizar los conocimientos sobre ellos, aun cuando seamos psicoanalistas o psicoterapeutas no médicos.

En segundo lugar, también se vuelve necesario estar advertidos, que aún con nuestras mejores intenciones de cura, no realicemos ortopedias sociales. Se trata de no psicologizar lo social. Esto no significa descartar nuestros instrumentos clínicos, sino –por el contrario- interrogar y optimizar nuestros dispositivos de trabajo. Genealogizar las condiciones históricas de su invención y poder pensar qué tendremos que inventar para no convalidar el aislamiento de estos/as consultantes, con una única oferta de un dispositivo “individual”.

Creo no exagerar al decir que estas vidas girses, estos cuerpos despotentizados, estas gentes sin júbilo, forman parte de nuevas estrategias biopolíticas de sujeción, propias, como decía Deleuze, del paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control.[8]

Si reducimos nuestra escucha a los posicionamientos fantasmáticos (que no deben dejar de ser analizados) estamos convalidando que sus problemas “personales” se resuelven “personalmente” en dispositivos psi, generalmente individuales, que suelen trabajar exclusivamente en abordajes verbales, etc.

No se trata de dejar de lado nuestro dispositivo princeps sino de elucidar qué innovaciones se hacen necesarias en los tiempos que corren, a más de un siglo de su inauguración, de modo tal de no actuar nosotros en espejo, trabajando sólo con lo ya dado.

En tercer lugar, quisiera diferenciar estas reflexiones de aquello que algunos colegas lacanianos llaman la clínica del vacío. En realidad, puedo coincidir con algunas descripciones que realizan de ciertas nuevas realidades clínicas, pero me parece que es necesario pensar más detenidamente tanto sus conceptualizaciones como las metodologías propuestas. A partir de reconocer que “lo histórico social ha estado ausente de nuestras teorías y nuestros consultorios”, señalan que ésta es la clínica de la época del Otro que no existe, donde falta la falta.[9]

Hasta allí, podríamos acordar. El problema radica, a mi criterio, en que no se puede incluir lo histórico social, como una invariante estructural, como hacían con el significante y el lenguaje en sus viejos tiempos estructuralistas.

Aquí a mi modo de ver, se establece una diferencia fundamental. Nada de lo social es homogéneo. La realidad de nuestros consultorios está delimitada por un sinfín de recortes de clase, cultura, etnia y, en el caso de teorizaciones europeas, cuestiones geopolíticas.

Sin duda, estamos en presencia de situaciones de desfondamiento de los lazos sociales, como dije antes, de instituciones estalladas y estos son fuertes condicionantes en ciertas formas de producción de subjetividad.

Cuando, a partir de nuestras observaciones clínicas cotidianas en nuestros consultorios –vuelvo al principio- se establecen conceptualizaciones universales, como “esta es la época del otro que no existe”, a mi criterio se realiza una extensión indebida que excede el plano de la clínica. Hace de una situación específica, particular, esencia universal; y pone en tal marco, como características de ese nuevo sujeto universal, lo que en realidad es resultante de nuevas estrategias biopolíticas de dominio. ¿Qué sería “nuestra época”, sino  el nuevo orden mundial del capitalismo globalizado? Por otra parte al universalizar, desconoce que las estrategias biopolíticas no operan de igual modo en todos los sectores sociales.

¿Estamos en presencia de una nueva psicologización, que invisibiliza, no sólo las diversas operatorias según de qué diferencia desigualada se trate, sino también  la dimensión política de estos observables en la consulta? De ser así, se estaría tomado  el aislamiento y la vulnerabilización psíquica que estas estrategias sin estratega producen  como un ya dado, como lo que es. Invisibilizar o naturalizar una estrategia biopolítica de dominio aleja a cada quien de sus posibilidades de resistencia.

Hemos aprendido mucho en las investigaciones de las asambleas barriales del 2001 y actualmente en  las fábricas sin patrón. Podría decirse que son experiencias opuestas a lo que venimos diciendo. Hemos tenido el privilegio de ver la alegría, la emoción, los abrazos, el jubilo cuando, entre todos, volvían a poner la fabrica en funcionamiento. Cuerpos alborozados, maquina colectiva en acción, potencia imaginante, capacidad de inventar lo inimaginable. Es otra situación colectiva, otros experienciarios y, por ende, otras producciones de subjetividad.

Salvando las distancias, también es la algarabía con que en cada cuatrimestre los alumnos/as de la cátedra de grupos terminan la jornada de producciones grupales.

Qué podrían tener en común, la analizante que cambia su expresión apagada luego de un juego grupal, los obreros y obreras de las fábricas sin patrón y los alumnos de las jornadas que hacemos en la UBA? El júbilo. (Es interesante lo poco que el psicoanálisis ha conceptualizado esta cuestión)[10]. Se trata de la alegría de los cuerpos en acción en situación colectiva. Crescendo de intensidades que inventa lo nuevo. Situaciones que desbordan, estallan la repetición del fantasma personal, la dimensión psíquica de la representación y/o la dimensión política de la representación.

De este modo es como entiendo aquella frase de Lacan que decía “Lo colectivo no es sino el subjectum de lo individual[11]

Y esto nos lleva a la cuarta cuestión. Cómo construir los conceptos para poder elucidar estas situaciones? No tenemos tiempo aquí para desarrollar una problemática tan extensa. Gran parte de mi último libro está dedicado a ello[12].pero, muy brevemente, se abre aquí un inmenso capitulo de cuestiones psicoanalíticas, pero también filosóficas y políticas de gran actualidad. Creo que ya Deleuze, Guattari, Foucault, Derrida, Lacan, han sentado las primeras bases.

Para ello habrá que transitar de la interdisciplina a la transdisciplina.

La primera es condición necesaria, pero no suficiente. Es condición necesaria en tanto pone en intención de dialogo (que no es poco) conceptos que las territorializaciones disciplinarias habían separado. Con la segunda, se crean condiciones de interrogar las más fuertes certezas del campo disciplinario y así configurar pensamiento.

Así, por ejemplo, para poder elucidar las potencias de invención de un colectivo que hace máquina, que acciona inventando y empodera a quienes de él participan deberíamos revisar la ontologización que se ha realizado en nuestro medio, por la cual el deseo solo puede ser pensado como deseo-carencia. En verdad, la conceptualización deseo-carencia es posible si pensamos en clave platónico-hegeliana, pero si el articulador conceptual es Spinoza-Nietzsche el deseo puede ser pensado como potencia.

Al ontologizar, se desliza- borrando los a priori filosóficos en que fue configurado este modo de pensar el deseo- y se arriba a que el deseo es carencia. Si ponemos a operar  el articulador conceptual deseo-potencia, sí tendremos una punta para empezar a elucidar como esos colectivos al borde del abismo pudieron inventar nuevas condiciones de existencia.

Para cerrar quisiera retomar lo hasta aquí planteado y articularlo con algunas ideas que fueron desplegadas hace muy poco tiempo, en una Conferencia dictada en la recientemente inaugurada Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata, donde lancé la idea de inaugurar los Estudios Transdisciplinarios de la Subjetividad.

Las vidas grises, los cuerpos cansados, la gente cada vez más aislada y sola forman parte de  dispositivos biopolíticos imprescindibles para la reproducción del capitalismo. Dicho esto, el poner aquí en interrogación algunas certezas modernas, lejos está de inscribirse en la corriente de pensamiento a la que se ha llamado posmodernismo, brazo intelectual del neoliberalismo, sino que se inscribe en las necesarias reorganizaciones estratégicas –político- conceptuales- que el nuevo orden mundial exige a quienes seguimos resistiendo e inventando nuevos y más libres modos de vivir.

En dicha conferencia señalaba algunas cuestiones que me parecería pertinente compartir con ustedes. Ya el joven Marx había explicado en los primeros tiempos del modo de producción capitalista que la alienación que separa al productor de su producto constituía una estrategia central de las lógicas capitalistas para su reproducción. Hoy, el Imperio va por más. Así como “globaliza” producción y concentra capitales, los dispositivos biopolíticos actuales de aislamiento y vulnerabilización también son esenciales a su reproducción.

La producción de soledades, separa, aísla a cada quien de sus potencias. Cada vez pienso que puedo menos, cada vez hago menos, cada vez anhelo menos. Cada vez estoy más separado de otros.

Pero esto no es lo único que existe. Habíamos dicho que nada de lo social es homogéneo. Ahora podemos agregar que siempre hay posibilidad de líneas de fuga[13] a los poderes de dominio. Spinoza plateaba frente a las pasiones tristes, esas que el tirano impone para someter a sus súbditos, hay que configurar pasiones alegres. Y allí es central el registro de las propias potencias. Este registro no se realiza nunca en soledad; se compone  con otros, entre-otros, entre-muchos, entre-algunos. Las fábricas sin patrón son un ejemplo de ello.

Si las relaciones de dominio constituyen un paquete enredado de relaciones de poder[14] donde operan en multiplicidad diversas diferencias desigualadas: geopolíticas, culturales, de clase, étnicas, religiosas, de opción sexual, de género, se tratará de articular multiplicidades de estrategias de invención colectiva y anónima de emancipaciones y libertades.

Muchas veces pueden pensarse como estrategias sin tiempo: por fuera de calendarios. No es que no haya apuro, sino que son estrategias permanentes[15].

No se trata del futuro, sino siguiendo a Derrida de lo por venir, de las “libertades por venir”. Lo por venir, ya no como un futuro utópico, sino como existenciarios com-posibles hoy. Lo com-posible lejos está de significar  acomodarse a lo posible. Se trata, más bien, de  forzar los límites de lo posible. No sólo resistir sino también inventar, en actualizaciones de deseo, desde potencias deseantes, formas cada vez más libres de amar, de trabajar, de estar, de pensar…..entre-algunos, entre-muchos.

Intentar abrir nuestra preocupaciones clínicas en un campo de problemas transdisciplinarios de la Subjetividad[16], me parece que presenta un fuerte desafío clínico académico, pero también político, filosófico y fundamentalmente existencial, que me interesa pensar.

 

 



[1] Vives, A., "Las patologías de la crisis, violencia, adicciones y trastornos de depresión-ansiedad." Ponencia presentada en el Encuentro de Salud Mental “Trastornos  Psicoemocionales en una sociedad en transición”. Buenos Aires, 2003

[2] Fernández, A. M., “El niño y la tribu” En Instituciones estalladas, Eudeba, Buenos Aires, 1999

[3] Castoriadis, C., El avance de la insignificancia, Eudeba, Buenos Aires, 1997

[4] Fernández, A. M., “Introducción” En Instituciones estalladas, Eudeba, Buenos Aires, 1999

[5] Castrillejo, M., “Clínica del vacío: psicoanálisis aplicado a los nuevos síntomas”, en Ecos y matices en psicoanálisis aplicado, por Andrea Roxana Cucagna (comp.), Ed. Grama, de próxima aparición.

[6] Castrillejo, M., Ob. Cit.

[7] Vives, A., Ob. Cit.

[8] Deleuze, G.: “Post – scriptum, sobre las sociedades de control” en Conversaciones, Valencia, Pre-textos, 1995

[9] Castrillejo, M. Ob. Cit.

[10] Una excepción al respecto es el libro Pulsiones de vida de Radmila Zygouris, Ed. Portezuelo, Buenos Aires, 2005

[11] Lacan, J. “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma” en Escritos I, Siglo XXI, México

[12] Fernández, A. M., Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Ed. Biblos, Buenos Aires, 2007

[13] Deleuze, G., Guattari, F., Mil mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia, 1994.

[14] Grosfoguel, R., “Las implicaciones de las alteridades epistémiscas en la redefinición del capitalismo global”, Ponencia presentada en el Seminario internacional “¿Uno solo o varios mundos posibles?, Insitituo de Estudios Sociales Contemporáneos-Universidad Central (IESCO _ UC), Bogotá, junio de 2005

[15] Fernández, A, M., Mesa redonda: “Multiculturalismo: subjetividad y diferencia” XXI Suplemento cultural de San Telmo Noticias. La actualidad y la cultura. Exponentes: Jorge Alemán, Ana María Fernández, Eduardo Foulkes, Horacio González y Mario Pujó (moderador). Biblioteca Nacional. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 15 de agosto de 2007.

[16] Fernández, A. M.,  Conferencia: “Los estudios Transdisciplinarios de la Subjetividad”. Universidad Nacional de La Plata. La Plata,  5 de Octubre de 2007.