Filiación, obscenidad y violencias

 

Las contiendas parentales, ocasionadas por separaciones o divorcios conflictivos, se muestran en los paredones y en las redes sociales. Que una persona exhiba obscenamente consignas reivindicatorias de su amor paterno-filial y de odio al otro progenitor, tiene que ver con un contexto cultural que no repara en la ética de la exhibición.


El presente artículo tiene como marco los Programas de Investigación UBACyT[1], de Extensión Universitaria y UBANEX[2] en los que cumplo funciones de Director, acompañado por equipos de trabajo[3] sin los cuales no sería posible su implementación.

Desde el año 2001, en las sedes de Independencia y Martínez de la Facultad de Psicología, existen equipos de psicoterapia que funcionan en red, articulados con los Programas de investigación y extensión mencionados.  A su vez, existen otros que trabajan en convenio con la Escuela Ramón Falcón, con el Hospital Italiano, oficinas de derechos del niño y juzgados de la Ciudad de Buenos Aires. Estos ámbitos son espacios donde los alumnos de las materias de grado [4] y posgrado[5] realizan sus pasantías.

La psicoterapia con niños/as y adolescentes en situación familiar difícil permite pensar en la doble dimensión individual y vincular de una estructuración psíquica que puede ser saludable o psicopatológica. En los tratamientos intervienen problemáticas referidas a la filiación, afiliación, nuevas formas de parentalidad y de organización familiar.

Es en este espacio intergeneracional, espacio de circulación de afectos y de representaciones (intra-psíquicas, vinculares  y sociales),  donde pueden quedar obstaculizados para el niño/a-adolescente los propios procesos de subjetivación para un desarrollo saludable. Es que es un territorio propicio para el desarrollo de distintas formas de violencias que desarmonizan las funciones parentales, obstaculizando procesos de elaboración y metabolización en sus integrantes. Son, también, la oportunidad de un cambio con resignificaciones e inscripciones de réditos subjetivantes.

¿De qué modo se introduce lo obsceno en este contexto, tal como lo indica el título del trabajo? Me llamó la atención una inscripción en la luneta trasera de un auto que se mostraba por la ciudad. Con los nombres cambiados para no alimentar la obscenidad que comienza a insinuarse, en letras bien grandes, la inscripción rezaba:

“MARTINA Y AGUSTINA. PAPÁ LAS AMA. JUZGADO DE FAMILIA N°…, DE TAL CIUDAD”.

Una de las características de lo obsceno es que nunca se da oculto, en soledad, sino que es fundamentalmente mostración, puesta en escena de una intimidad (Maier C. 2005). Inmediatamente, ante el llamado de atención producido, me dije, “he ahí un buen ejemplo para comenzar a trabajar lo obsceno”. No obstante, a poco de ahondar en el tema, me di cuenta de lo paradigmático del ejemplo, lo cual me entusiasmó aún más a su mención,  aunque reconociendo su pérdida de originalidad.

¿Por qué paradigmático y por qué pérdida de originalidad? Comencé a recordar tantos  casos atendidos durante estos años en que un tal Sr. X se dirigía sigilosamente a su ex hogar a la noche para no ser visto y pintaba en las paredes de enfrente una leyenda similar a esta, o bien con insultos hacia su ex pareja. También hay casos de leyendas sobre un pasacalle en la puerta del colegio de los hijos, o publicadas en Facebook y demás redes sociales, y uno que aprovechando las cámaras declara en un reportaje televisivo su amor de Padre des-vinculado, culpando a la madre.

Dado que se constituye un grupo en el que comparten cartel con consignas de reivindicaciones y contiendas parentales, convine trabajar el fragmento “El Sr.X que exhibe por distintos medios, la leyenda sobre su amor paterno- filial, y el odio al otro progenitor”. Es que el caso reúne condiciones para el planteo de ciertas características que definen una práctica habitual en estos conflictos familiares. Todo el mundo ha de saber que él  es un buen padre (o madre) y que si no cumple con sus deberes y obligaciones es culpa (habitualmente, aunque no con exclusividad) de la madre, quien ha presentado innumerables denuncias por malos tratos, violencias, abusos de poder, sexuales, etc., como consecuencia de las cuales, él tiene prohibido acercarse a más de tanta distancia, dada su peligrosidad hacia los hijos. Y que es la madre de sus hijos, que sería mucho mejor que no lo fuera, quien está loca. Que él cumple con su patriarcal función, hay fotos y filmaciones que así lo demuestran.

Por supuesto, y para estar a la altura de las vigentes disposiciones legales, no faltan las referencias a los Derechos de los niños a ser escuchados y tenidos en cuenta, pero claro que la apelación a su palabra siempre queda supeditada al posible diagnóstico del S.A.P. (Síndrome de alienación parental), sobre todo cuando el niño declama que, por ahora, no quiere ver al padre.

El uso de los espacios públicos y de las redes sociales, donde estas consignas y escenas pueden ser vistas por un número indeterminado de personas, como exhibición de la intimidad, es una práctica que crece de forma cada vez más acelerada. Que la mostración en estos casos sea a partir de las marcas dejadas en la subjetividad herida en las fibras más íntimas del narcisismo anclado en lo familiar, es propio del contexto cultural, que no repara en la ética de la exhibición. Es la puesta en escena, a los fines de su exhibición, de aquello que por tal mostración toma el valor de una incuestionable verdad, y se da en el seno de una sociedad altamente mediatizada, fascinada por la incitación a la visibilidad” (Sibilia P. 2008).

Por detrás de estas consignas públicas y ruido de abogados, hay largas historias de presentaciones judiciales, acuerdos, desacuerdos, des-vinculaciones, revinculaciones, prohibiciones de contacto de alguno de los progenitores con los hijos, pedidos de psicodiagnósticos (que toman el carácter de una prueba más al servicio de una nueva presentación judicial), interrupciones de tratamientos, estudios por maltratos, abusos y violencias, visitas a los hogares por parte de trabajadores sociales y demás obstáculos que ingresan a las filas de esta larga cadena de ataques y contraataques entre los ex cónyuges, más contendientes con los eventuales nuevos integrantes de las re-organizadas nuevas familias ensambladas.

Nos interesamos por estudiar las formas y los destinos en el psiquismo en estructuración, que toman las repeticiones de las violencias, cuando se ponen en juego procesos que afectan las desvinculaciones y los sufrimientos vinculares que acompañan.

Destacamos en estos conflictos descriptos por P. Aulagnier (1975) el nudo en el que  “el odio-resentimiento es el cemento de una separación interminable”, que deja circulante un resto de sufrimiento vincular no elaborado. ¿Elaborable en otras relaciones? ¿Elaborable en las re-vinculaciones? ¿Elaborable al fin?

Este odio-resentimiento empuja no sólo al ejercicio de violencia machista contra las mujeres/niños/as. También hemos tenido oportunidad de apreciar actos criminales de mujeres hacia sus hijos, cometidos en venganza contra un ex cónyuge, al mejor estilo (locura) Medea (Córdova N. 2008). El resonado caso del Crimen del Country es una muestra más actual.

Aunque este transfondo de violencias familiares colorea el cuadro, cuando vemos las últimas cifras de femicidios, las diferencias entre violencia machista y desencadenamientos psicóticos de las madres son abrumadoras. Ciento veinte homicidios de mujeres durante el primer semestre del año 2012. En siete de cada diez casos, el presunto agresor resultó ser el marido o ex pareja. Una consecuencia colateral es que en la primera mitad del año aproximadamente ciento sesenta hijos/as perdieron a su madre, mayoritariamente en manos de su padre.

La cualidad esencial del afecto por el que estas escenas se acompañan, es su carácter explosivo en que los cónyuges/ex cónyuges no dejan por fuera a los hijos ni a otros integrantes si los hubiera.

La inscripción psíquica de estos actos (que pueden tomar dimensiones aberrantes) se produce en escenarios públicos; se montan escenas obscenas, obstrescène es el neologismo inventado por Lacan para adicionar lo obsceno y otra escena en que la transmisión deja al niño/a-adolescente en un atolladero, callejón sin salida, por su inclusión en las violencias actuadas. La otra escena que se adiciona es la escena originaria término que debemos a Freud, retrabajado por P. Aulagnier (ob. cit.), que describe la relación entre el niño/a/adolescente y sus progenitores y entre ellos mismos. Se trata de una escena originaria en la cual el niño/a nunca ha participado como condición de su existencia misma. “Venimos de una escena en la que no estuvimos. El hombre es aquel a quien le falta una imagen” (Quignard P. 2000).

La “intención maliciosa y grosera” de incluir al niño/a/adolescente en una escena de odio-resentimiento manifiesto entre los progenitores, compañeros de crianza, es obsceno en la medida en que se incluye al niño en una escena de los orígenes de la cual esta radicalmente ausente y que tiene como referencia el signo Eros de ligadura. Aquí la obscenidad, exceso de mostración e inclusión del niño en la escena, sumado a la violencia ejercida contra el partenaire/expartenaire, escinden la escena de los orígenes (Grassi A. 2010), lo cual tiene su correlación en el psiquismo del niño.

Los actos obscenos muestran/delatan espectacularmente la falta de simbolización. Allí donde hay imposibilidad de simbolizar, de metabolizar el odio-resentimiento irrumpe lo obsceno. Lo obsceno no remite a nada que no sea a lo que se produce por el hecho de ser objeto de una mirada (Inda N. 2012).

A  estas violencias a partir de los cuales el niño debe realizar un trabajo psíquico las reunimos en dos grupos:

1. Las que implican la apropiación psíquica con efectos de exclusión de las huellas de una de las ramas genealógica: partición del árbol genealógico. Llamamos a este grupo de las escisiones en la genealogía (Grassi A. y otros, 2012) y son los efectos de la violencia fundamental (Bergert 1990) que opera en los vínculos. Este funcionamiento es bien específico en los casos de graves conflictos familiares ocasionados por divorcios y, si bien el término apropiación, tratándose de niños, guarda un sentido muy específico en nuestro contexto histórico, se  establecen relaciones entre la apropiación del psiquismo del niño y la apropiación de quienes hacen del niño un trofeo-significante del triunfo sobre el rival. El máximo deseo del conquistador sobre el conquistado es arrebatarle sus hijos para borrar toda huella de sus linajes en la descendencia. Forclusión tanto de los orígenes y de las huellas genéticas selladas en el acto reproductivo, como de las inscripciones simbólicas de los orígenes del niño (cambios de nombres, etc.).  Las diferencias entre los casos de apropiación del psiquismo con los casos de apropiación de los cuerpos y la historia, son diferencias aunque sus diferencias no son tan difirientes.

2. Otro de los efectos de las violencias que intervienen en la estructuración psíquica que registramos es el de las fusiones y confusiones generacionales. En este grupo se destaca como elemento central en la etiología, la implicancia de una historia y pre-historia potencialmente patógena. Procesos de transmisión de objetos difícilmente transformables (Eiguer A. 1998), fracasos en los trabajos de duelo y de simbolización en la sucesión y transmisiones generacionales. Lo que le da un carácter altamente patógeno a las controversias en los divorcios en este grupo, es que los mismos se inscriben sobre el escenario de procesos patógenos que se repiten en la genealogía. Las violencias implicadas son del orden de lo espectral, cercano al delirio y lo alucinatorio, se trata de contenidos encriptados, de forclusiones locales (Nasio D. 1987), del clivaje del Yo. “Lo que afecta al niño es la violencia de los afectos parentales, en forma de angustias, cólera, depresión, de actos extraños” (Nachin 1997). Se ponen en juego problemáticas propias de las identificaciones y los emplazamientos generacionales. La ambigüedad (Bleger J. 1967) y confusión generacional (Kaës R. 2010,  ob.cit.) regulan los procesos psíquicos del niño. La figura topológica que  representa el proceso es el anudamiento fusionado-fusionante de al menos tres generaciones con su consecuente indiferenciación y telescopage generacional (Faimberg H. 1996). Los trabajos psíquicos del niño/a-adolescente, son del orden de la diferenciación y un re-anudamiento diferenciante intergeneracional.

Las violencias como efecto de los conflictos por divorcios controvertidos tienen distintas capas o pliegues de significación. Lo específicamente subjetivo funciona en el contexto y en congruencia con un grupo familiar y genealógico. La intervención de los dispositivos médico-psicológico-legales, que con sus discursos y prácticas operan como mecanismos regulatorios, fracasan la mayoría de las veces y cuando no, operan tarde o acompañan a los consultantes en el ejercicio de una violencia descontrolada. La judicialización de los conflictos familiares parece expandir sus efectos, así como tenemos sus equivalentes primos hermanos, medicalización, psicologización. Un niño en la primera entrevista, en la que por orden del Juez se había indicado un (el séptimo) proceso de revinculación, se anticipa a la terapeuta: “ya sé, querés que te dibuje una familia”.

La pregunta que nos hacemos es si los dispositivos clínicos que necesariamente van a dar lugar a lo obsceno y sus violencias (Barros G. y otros 2012), sumados a la judicialización de los conflictos familiares, pueden y he ahí la apuesta creativa, además contener la dimensión de lo saludable, haciéndose un lugar en lo que aparece como exceso con consecuencias desubjetivantes.

Estos efectos no se producen por el exclusivo accionar (o no accionar) de los representantes del poder judicial y la inoperancia de otras instituciones intervinientes,  produciendo desconcierto y desorientación en otras instituciones (las escuelas, por ejemplo) que forman parte del dispositivo. Diferenciamos el trabajo interdisciplinario en equipos con jueces, abogados, docentes, profesionales de la salud, como lo hacemos habitualmente para volver a pensar los casos que presentan importantes dificultades de orden clínico y psicopatológico, de la judicialización de los conflictos. La judicialización de los conflictos es un efecto no deseado, por la injerencia exclusiva de un discurso que incluye prácticas de dominio de unos de los contendientes sobre otro u otros, potenciando el conflicto, con efectos des-vinculantes, des-subjetivantes. Como resultado de estas prácticas, se atacan tanto la potencialidad vinculante, como la referencia al hijo/a en posición de alteridad, como sujeto de deseo, como sujeto del Derecho, en concordancia con la C.I.D.N.; se desestabiliza y dificulta la elaboración y la creación de nuevos reordenamientos del entramado familiar; sus vínculos se constituyen en productores de sufrimientos, se negativizan (Green A 1990) los vínculos, se obstaculizan funciones de elaboración y ligaduras.

Celebramos el nuevo Proyecto de Ley sobre violencia, que contempla una serie de disposiciones que significan un avance en la legislación para intervenir en distintas formas de violencias domésticas y de incumplimientos de obligaciones familiares por parte de los padres.

La acumulación de denuncias por violencias realizadas ante la justicia y las inacciones de los organismos responsables, operan como cómplices de las actuaciones y obscenidades, perpetuando interminables repeticiones que no cesan de no inscribir  “la separación”.

 


 

Adrián Grassi es Docente en la Facultad de Psicología UBA: Titular de la materia Psicología Evolutiva y Adolescencia Cát. II, Prof. Responsable de Práctica Profesional Problemáticas clínicas en niñez, adolescencia y familia, Prof. Responsable en Carrera de Especialización en Psicoanálisis con niños y adolescentes. Co-autor del libro Entre niños, adolescentes y funciones parentales (Ed. Entreideas, 2010). Director de la Revista Generaciones (Eudeba, 2012). Director de Proyectos UBACyT y UBAnex.

 

 

 

Referencias bibliográficas

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Notas

[1] Constitución psíquica en niñ@s/adolescentes  con conflictos familiares por divorcios             Controvertidos (2010-2012) y El trabajo clínico con niños/niñas/adolescentes con familias en proceso de separación o divorcio controvertido. Perspectiva psicopatológica, su articulación con los cambios socio-culturales (2012-2015)

[2] Intervenciones Psicoterapéuticas con niños/as/adolescentes en situación familiar difícil  (Proyecto académico solidario) (2010-2011-2012).

[3] Equipos coordinados por la Lic. María Eugenia Otero, Lic. Mariana Britos, Lic. Marcela Guglielmo y Lic. Liliana Grandal.

[4] Psicología Ev. Adolescencia, Cat. II y Práctica Profesional: Problemáticas clínicas en niñez, adolescencia y familia. Fac. Psicología UBA.

[5] En Carrera de Especialización en clínica con niños y adolescentes. Facultad de Psicología UBA.