SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE UN CUERPO

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Trabajo presentado en el VIII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología.

Cuerpo pulsional
Hablar de cuerpo remite indefectiblemente a la idea de pulsión, así se constata en la clínica pues la pulsión es ese factor cuantitativo (económico) que solo se aprehende a través de lo que es el cuerpo. Es clara la articulación de lo pulsional a la noción de cuerpo en tanto “fuerza constante que ataca desde el interior del organismo” (1), no obstante no debe descuidarse que en la misma definición (2) se enlaza lo pulsional a la experiencia del lenguaje y las representaciones. Ya en el historial de Schreber se sitúa la pulsión como “el representante psíquico de poderes orgánicos”(3).
Se propone así, un cuerpo articulado a la experiencia de la palabra y a la irrupción de un afecto que trastoca su funcionalidad, las palabras impactan en el cuerpo dejando marcas que lo conmueven.
Entonces, si la pulsión es esa fuerza constante que ataca desde el interior del organismo cómo garantizar cierta homeostasis de la economía libidinal se pregunta Freud. Mismo problema sostiene Lacan cuando se interroga “cómo el organismo viene a ser apresado en la dialéctica del sujeto” (4), cómo lo pulsional se amarra a un orden simbólico.
Cuerpo simbólico
Freud creía necesario que “no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo - cuerpo - (5); el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya” (6). Se nos plantea así la idea de un cuerpo que no es primario sino que se construye; cuyo estatuto y unificación parecen depender de un “nuevo acto psíquico”, operación simbólica que Freud introduce de un modo un tanto enigmático, pues no especifica de qué se trata.
Lacan orienta en esta perspectiva cuando en Radiofonía enuncia que “el cuerpo de lo simbólico (…) aísla el cuerpo a tomar en sentido ingenuo”, “el primer cuerpo hace al segundo, al incorporarse en él”, “lo simbólico sujeta al cuerpo” (7). Misma orientación sugiere en el Discurso de Roma cuando refiere “el lenguaje es cuerpo…, cuerpo que da cuerpo” (8).
Conviene no confundir ambas referencias a la noción de cuerpo. Por un lado se sitúa el “cuerpo de lo simbólico”, “que hay que entender como fuera de toda  metáfora” (9) pues se trata del lenguaje mismo  funcionando como cuerpo, como orden significante. Y también nos habla del “cuerpo ingenuo” como aquel que creemos tener, como aquel que se organiza en un todo de un modo inédito por su articulación a un orden simbólico.
Quizás sea posible conjeturar que de lo que se trata en ese “nuevo acto psíquico” freudiano es de la intervención del lenguaje funcionando como “cuerpo”, operando como orden significante.
El lenguaje al igual que el cuerpo resulta originalmente enigmático y extranjero, hay un tiempo en que la xenopatía y la fragmentación corporal son la normalidad (Millas, 2013). Decimos entonces que el lenguaje no es primordial también debe construirse. Hay un tiempo de lalengua en que el significante moviliza afectos en el cuerpo causando un efecto de dispersión, distorsión y fragmentación; y hay un tiempo de la estructura del lenguaje, tiempo en que los significantes se organizan y articulan en cadenas, punto donde lo simbólico toma “cuerpo” causando un efecto de límite y pacificación de lo pulsional.
¿Cómo se instaura el orden simbólico?
Lacan afirma que “el Padre es una necesidad de la cadena significante, introduce el intervalo que hace posible la articulación entre S1 – S2” (10). Reconoce así que el acceso a lo simbólico, en su dimensión significante, requiere de la producción de un vacío. “En el orden simbólico, los vacíos son tan significantes como los llenos… es la brecha de un vacío la que constituye el primer paso de todo su movimiento dialéctico” (11).
Ahora bien, ¿Qué efecto del orden simbólico sobre lo pulsional? Lacan orienta en esta perspectiva cuando sostiene que la metáfora paterna es el principio de la separación, pues “de ese lado solamente y por esas vías … el orden y la norma deben instaurarse, las cuales dicen al sujeto lo que hay que hacer como hombre o mujer” (12). La integración de la sexualidad (pulsión) a la dialéctica subjetiva requiere que entre en juego el falo en tanto referencia que dice al sujeto qué hacer con su cuerpo (Lacan, 1964) (13).
¿Para qué sirven los órganos?
Hemos dicho que la intervención del lenguaje problematiza la relación del sujeto con su cuerpo. Al sujeto que habla se le plantea la cuestión de qué hacer con su cuerpo, cómo inventarle una función. Lacan afirma que “el cuerpo de los seres hablantes esta sujeto a desunirse de sus órganos, lo suficiente como para tener que encontrarles una función” (14). Y agrega: “un órgano se hace el significante”, “la función se la delega un discurso” (15).
Decimos entonces que lo simbólico aísla las partes del cuerpo y brinda las relaciones entre ellas. Un órgano solo cobra valor por su inscripción a un orden simbólico, su articulación a un discurso habilita que un sujeto pueda tomar posición respecto de sus órganos, atribuirles una función, darles un uso. La dialéctica subjetiva queda íntimamente articulada al orden simbólico, siendo en el entramado significante donde un sujeto podrá inscribir algo de la experiencia del cuerpo.
El cuerpo de la psicosis
La hipótesis de que el orden simbólico apacigua lo pulsional impulsa la conjetura correlativa de que una perturbación de la relación con el lenguaje no dejará de tener consecuencias en el cuerpo (Soler, 2004; Millas, 2013).
Todo sujeto, sea neurótico, psicótico, perverso, debe vérselas con la esquicia radical que introduce la estructura discontinua del significante, siendo la metáfora paterna la operación simbólica que restaura esa fractura original y apacigua lo pulsional (Miller, 1982). Dar un nombre a la falta, inscribir ese vacío en una dialéctica subjetiva permite jugar con la pérdida, entrar en el juego significante del deseo y el tener. Si el vacío no tiene representación, si la falta no tiene nombre, el juego se termina pues lo que queda es un vacío real.
Testigo de ello el sujeto esquizofrénico quien debe arreglárselas con su cuerpo sin la referencia a la significación fálica, sin el auxilio de ningún discurso establecido (Lacan, 1972). “Es ciertamente lo que explica … la insistencia que pone el esquizofrénico en reiterar ese paso. En vano, puesto que para él todo lo simbólico es real” (16). La expresión de Lacan transmite con claridad la impotencia del significante para dominar lo pulsional, particularmente en la esquizofrenia donde “el lenguaje no logra hincarse en el cuerpo” (17). Así pues, algunos sujetos llevan en su cuerpo las marcas de lo que no se inscribe simbólicamente, a saber: mutilaciones, cortes, tatuajes, etc.
Entonces, ¿qué tratamiento de lo pulsional cuando no se cuenta con la referencia al padre, cuando no se dispone de un orden simbólico donde inscribir la experiencia del cuerpo? Existen otras referencias en la invención singular con que cada sujeto enfrenta su condición de ser hablante. El traumatismo del significante y la irrupción de lo pulsional obligan a una respuesta subjetiva, están quienes recurren a las soluciones típicas del discurso compartido y están quienes verdaderamente deben inventarse una respuesta. (Miller, 2002)
El lenguaje de órgano, una respuesta subjetiva
Freud reconoce en la psicosis un sujeto enfrentado a la experiencia de un cuerpo y una palabra que no le es propia. En este sentido afirma que el dicho esquizofrénico tiene un sesgo hipocondriaco, pues se encuentra asediado por referencias a órganos e inervaciones somáticas (Freud, 1915). En el mismo artículo enlaza los fenómenos corporales a un modo particular en que el sujeto se relaciona con las palabras. Dice: “las palabras son sometidas al proceso psíquico primario”, “una sola palabra (…) toma sobre sí la subrogación de una cadena integra de pensamientos” (18), “trata las palabras como cosas” (19). Freud advierte que el dicho esquizofrénico se encuentra habitado por la desintegración de los órganos del cuerpo. A eso llamamos lenguaje de órgano.
Decir que el sujeto “trata las palabras como cosas” quiere decir que el lenguaje ha perdido su capacidad significante, las palabras ya no representan nada; así pues el sujeto esquizofrénico tiene que arreglárselas con su cuerpo sin el auxilio de ningún discurso establecido (Lacan, 1972; Miller, 2002), sin el recurso a un orden simbólico donde inscribir el acontecimiento del cuerpo. Conviene no perder de vista que tanto Freud como Lacan ven en tales fenómenos un intento de solución, un tratamiento del lo pulsional en exceso. Freud lo dice así: “la investidura de la representación palabra constituye el primero de los intentos de restablecimiento o de curación que tan llamativamente presiden el cuadro clínico de la esquizofrenia” (20), “lo que nosotros consideramos la producción patológica … es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción” (21). La respuesta del sujeto esquizofrénico es en si misma un trabajo reparador destinado a suturar la cadena significante y restablecer cierto orden en el cuerpo.
Estar advertidos de la existencia de un cuerpo pulsional sirve para alertarnos de que en la psicosis no se trata de su adecuación o no a una realidad compartida sino más bien de reconocer que en su relación con el lenguaje y con el cuerpo lo que está en juego son experiencias de goce no estandarizables.
En este sentido la psicosis no es una presentación deficitaria del psiquismo sino más bien un modo de habitar la subjetividad. Admitir una posición subjetiva frente a la constitución en el lenguaje y las condiciones de goce, permite valorar el trabajo de la psicosis e inscribir sus respuestas en el registro de la diversidad.

REFERENCIAS
(1) Freud, S., “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915), en Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu, Bs. As, 2000, p. 115.
(2) Ibid, p. 117. Allí Freud define pulsión como “el concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, una medida de exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal”.
(3) Freud, S., “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (1910), en Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu,
Bs. As, 2010, p. 68.
(4) Lacan, J., “Posición del inconsciente” (1960), en Escritos 2, Siglo Veintiuno, Bs As., 2011, p. 807.
(5) Freud, S. “El yo y el Ello” (1923), en Obras Completas, Tomo XIX, Amorrortu, Bs. As., 2000, p. 27. Allí Freud articula la noción de yo a la idea de cuerpo, ”El yo es antes que nada un corporal”, “es la proyección de una superficie”, “la proyección mental de la superficie del cuerpo”.
(6) Freud, S. “Introducción del narcisismo” (1914), en Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu, Bs. As., 2000, p. 74.
(7) Lacan, J., “Radiofonía” (1972), en Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 431.
(8) Lacan, J., “Discurso de Roma” (1953), en Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 147.
(9) Lacan, J., “Radiofonía” (1972), en Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 431.
(10) Lacan, J., “Los tres tiempos del Edipo” (1958), en El Seminario, Libro 5: Las formaciones del Inconsciente, Paidós, Bs. As., 2001, p. 187.
(11) Lacan, J., “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno, 2008, p. 373.
(12) Lacan, J., “Posición del inconsciente” (1960), en Escritos 2, Siglo Veintiuno, Bs As., 2011, p 807, Allí Lacan sostiene que “la pulsión en cuanto que representa la sexualidad en el inconsciente no es nunca sino parcial. Esta es la carencia, la de aquello que podría representar en el sujeto el modo en su ser de que es allí macho o hembra”
(13) Lacan, J., “La pulsión parcial y su circuito” (1964), en El Seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 2006, p. 184. Allí Lacan enuncia “La integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo requiere que entre en juego algo del cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo - entendido como aquello con lo que los cuerpos pueden aparejarse en lo que toca a la sexualidad, que ha de distinguirse de aquello con que los cuerpos pueden aparearse”.
(14) Lacan, “El Atolondradicho” (1972), en Otro Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 480
(15) Lacan, “El Atolondradicho” (1972), en Otro Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 480
(16) Lacan, J., “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno, 2008, p. 373.
(17) Miller, J. A., “Esquizofrenia y Paranoia”, Conferencia pronuncia en Bruselas y publicada en Quarto Nro. X, Bruselas, 1982., p 28.
(18) Freud, S., “Lo Inconsciente” (1915), en Obras completas, Tomo XIV, Amorrortu, 2000, Bs. As., p. 196.
(19) Freud, S., “La interpretación de los sueños” (1900), en Obras Completas, Tomo IV, Amorrortu, Bs. As. 2000, p. 301.
(20) Ibid., p. 200.
(21) Freud, S., “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (1910), en Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu,
Bs. As, 2010, p. 65.


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