La subjetividad apalabrada (en los tiempos de la pregunta por los efectos del capitalismo)

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El psicoanálisis -en tanto praxis discursiva- se interroga por los efectos en la subjetividad producidos por el discurso capitalista. Interpelación contundente que abre múltiples aristas para pensar tanto los discursos de la época, como la subjetividad que se constituye a partir de los mismos, así como también la relación posible entre sujeto y capitalismo.

Esto supone partir de una interrogación que articule una determinada correlación establecida entre los discursos de la época y la subjetividad, relación que vale para el capitalismo.

Un discurso -según expresa Colette Soler en la citada conferencia- no es el hablar, sino que en tanto hace posible el lazo social, indica las modalidades típicas establecidas vía el lenguaje, de las relaciones entre los individuos que han emergido en nuestro devenir histórico.[1]

Lacan hizo referencia a la estructura de los discursos en una de sus conferencias dictadas en Milán en el año 1972[2], desarrollos que se ubican en un momento tardío de su enseñanza. Allí designa al discurso no como sinónimo de la palabra, sino como un ordenamiento del lenguaje que tiene la función de hacer vínculo o lazo social. Es decir un llamado discurso sin palabras.[3]

El discurso, en tanto lazo social, se soporta en el lenguaje y hace posible que cada uno encuentre la necesaria barrera al goce para constituir lazo social (con el Otro) Pero no puede existir lazo social fuera de los discursos, porque el sujeto y el Otro no disponen de ningún medio de vinculación que no sea a través del lenguaje (parletre).[4]

Un discurso en tanto armazón o estructura que precede a los sujetos. Anteriormente en su enseñanza podemos leer afirmaciones análogas del propio Lacan: El Otro (con mayúsculas) que antecede, que habló, que transmitió el lenguaje a través de la lengua materna. El sujeto recibe su mensaje del Otro en una forma invertida, como una de las fórmulas que describirán la constitución de la subjetividad deseante. Otro (A) que está representado, encarnado por los padres, sus sustitutos, los familiares, fórmulas todas que implican una gran sugestión. Pero a la vez dan cuenta de que el sujeto originariamente es un ser social, antes que un individuo.

Para su escritura se establecen cuatro lugares fijos separados por una barra: los lugares superiores corresponderían a lo manifiesto y los inferiores a lo latente o escondido de cada discurso.                        

 

  

                               Figura 1. Los lugares de los discursos


Para precisar mediante flechas las relaciones entre estos cuatro lugares recurramos a la transcripción de la conferencia de Lacan dictada en Milán:

 

    

                    Figura 2. Relaciones posibles entre los lugares.


Se observa que en este circuito de relaciones sólo uno de los cuatro lugares (el lugar de la Verdad) queda aislado, protegido, no determinado por ninguno de los otros. Tal distribución supondrá un corte, un freno a la libre circulación y ello será, precisamente, lo que posibilitará al dispositivo discursivo el hacer vínculo social, puesto que su interrupción permitirá abrir un “tiempo de comprender”, un cuestionamiento sobre el movimiento deseante del agente y la elaboración por parte (o a través) del Otro de una respuesta en forma de Producción. Evidentemente, tal producción no podrá nunca satisfacer al agente deseante puesto que su verdad, auténtica fuente del discurso, permanecerá oculta e inalcanzable[5]. Por tanto, aquí la verdad no se confunde con el saber del sujeto ($), aunque este se ubique en el lugar del agente, la primera funcionara como empuje a partir del cual el sujeto se dirija al Otro.

La expresión lingüística que Colette Soler toma de Lacan, designa cómo los sujetos son apalabrados (aparole) por el discurso en el que son inscriptos. En un primer sentido del término apalabrar, ser apalabrado, apalabrarse, emerge como transcripción del neologismo inventado por Lacan para dar cuenta de las relaciones entre el sujeto y el discurso capitalista; a partir del cual asistimos a un proceso de socialización donde el sujeto entra al orden simbólico, determinación por el discurso que no será sólo de lo verbal, sino que además lo será de las prácticas corporales establecidas por el lenguaje desde el principio de la vida psíquica (el habitus en P. Bordieu por ejemplo o la violencia primaria de la interpretación en P. Aulagnier).

Es decir que el hecho de que un sujeto se socialice, equivale a la posibilidad de “entrar en el/un discurso” recibiendo la lengua (materna), el vocabulario, el léxico, y la sintaxis del discurso que deberá asimilar. Cuestión ontológica que no es privativa del discurso capitalista, sino que vale para todas las modalidades discursivas de modos de producción históricos anteriores, tal como refiere Colette Soler.

Entonces, siguiendo estos planteamientos, no debería sorprendernos el hecho de que en el capitalismo se hablen y se actúen los valores propios del sistema. Este argumento retoma la pregunta inicial por la que establecimos una articulación intrínseca entre los sujetos y la estructura social. A través de las identificaciones, los sujetos son apalabrados por aquellos rasgos inherentes a la estructura capitalista actual: individualismo, eficacia, competitividad, cientificismo, idolatría del beneficio, etc. Y estos valores son aquellos que en lo social, encontrarán su reproducción.

Vector semántico que nos deriva hacia otro sentido del apalabramiento, a una llamada forma reflexiva del verbo, es decir que incluso podemos afirmar que los sujetos se apalabran en un discurso. Esta cara invertida de la determinación subjetiva comportaría algo homólogo a la behajung freudiana (afirmación primordial), es decir un acto implícito de adhesión, un consentimiento, una admisión sin la cual todo significante sería vacio, un puro ruido.

La cara inversa consiste -siguiendo las palabras de Colette Soler- en el hecho de que el discurso no existe sin los sujetos que se apalabran, sin el compromiso de los cuerpos para dar consistencia al mismo.

Estas formulaciones nos acercan a la idea de que los discursos no son eternos, pueden desaparecer, transformarse, dar lugar a otros… Pero el interrogante insiste: ¿de qué manera sería posible un cambio, como  puede intervenir el psicoanálisis -en tanto discurso otro- a favor de esta transformación?

Ensayar una opción válida, de la mano de autores de referencia como es el caso de Colette Soler nos ubica en la dirección de encontrar factores estructurales a la cuestión del proceso de subjetivación en la medida en que consideremos que este apalabramieto, este sujetamiento en y por el discurso es no-todo.

Es decir que en esta relación de determinación, el sujeto estaría no-todo apalabrado por el discurso capitalista, no-todo determinado, quedando un margen de individuación, de diferenciación entre los sujetos, margen sin el cual solo existirían masas indiferenciadas. Y es aquí precisamente desde donde el discurso psicoanalítico puede pronunciarse en la dirección de una práctica orientada por una ética de la singularidad.

El capitalismo, por definición, como sistema financiero globalizado supone un determinado orden (económico) que regula la producción y circulación de los bienes (mercancías), pero no regulador (necesariamente) de los individuos. Esto resulta una tesis fuerte que resuena en las voces de algunos psicoanalistas, como Colette Soler, quienes proponen que como tal permanecería indiferente a los sujetos, dejándolos existir…

El discurso homogeneizante de los goces mercantilizados con el que “sueña” el capitalismo, permanece así, ajeno a la singularidad. Siendo aquello que el sujeto posee de singular, ese resto que se sustrae por estructura a la lógica capitalista, el motor del deseo que funciona como causa (objeto a).

Las verdades singulares permanecen foráneas al capitalismo, no son realmente su asunto de interés. En palabras de Colette Soler: la verdad subjetiva individualiza aquello que el discurso (capitalista) colectiviza. Esta verdad subjetiva singular proviene del inconsciente de cada quien, por tanto no se confundirá con los goces conformados a manera estandarizada[6].

El resto irreductible que se aloja entre la verdad del sujeto y su producción (barrera del goce mediante) es lo que permanentemente escapa a la lógica capitalista, ese resto heterogéneo, denominado por Lacan objeto a, muestra que la realidad no puede ser totalmente simbolizada por el significante. Y esto es precisamente lo que pretende indagar el psicoanálisis: aquello que el sujeto tiene de singular, lo más único, lo particular. Lo que equivale a decir que el inconsciente, en tanto verdad intima, no estaría apalabrado por el discurso capitalista.

La lógica capitalista (en su presunción) universalizante supone la homogeneización de los goces, determinando ciertos efectos subjetivos de los cuales padecemos. Paradoja de lo ideal-universal frente a una realidad que nos devuelve disparidades, desigualdades, estragos, abusos, como variedad de efectos sintomáticos. Pero el capitalismo -a pesar de todo- sostiene una única ley, la ley del beneficio, la ley del “para-todos” y con el resultado que cada trabajador (Marx dixit) se encuentre aparejado por los objetos producidos en el mercado (a la manera de gadgets).

El “para todos” como ideal universalizante que representa al capitalismo, Lacan intenta explicarlo cuando construye su formalización discursiva, situando por un lado el lugar de la verdad del sujeto y por el otro el sitio de su producción, el objeto a en tanto aquello que produce la causa del deseo (plus-de-goce).

¿Pero puede el capitalismo en su intento de supresión de la barrera interna del goce, suprimir la verdad subjetiva por estructura, ese resto que constituye el deseo para cada quien?

El psicoanálisis  -a contrapelo del discurso capitalista- busca lo más singular, a nivel de la verdad inconsciente (que habla) a pesar de que el sujeto “no lo sabe”, pero lo articula en palabras, en los significantes que se descifran y que provienen de la lengua. Saber que toca el cuerpo. División interna irreductible, pero productora de conflictos subjetivos, entre un sujeto que ha internalizado las practicas corporales socializadas y socializantes y el sujeto -del- inconsciente.

El discurso capitalista pretende generar un circuito cerrado de circulación de bienes entre el mercado y los sujetos consumidores; pero tal y como lo construye Lacan, este discurso no permite la experiencia del inconsciente. Por lo tanto, podemos afirmar que, si en un discurso queda cancelada la imposibilidad, porque de manera circular todos sus lugares están conectados, no resta sitio para la heterogeneidad o la brecha. Circularidad capitalista equivalente al retorno a lo idéntico que describió Freud en relación a la pulsión de muerte y su “circuito mortífero”, donde el superyó será tanto deudor como acreedor.

 

 

                         Figura 3. Movimiento circular del discurso capitalista

Pero la verdad forcluída no suprime o borra realmente la verdad inconsciente. La forclusión no hace desaparecer lo forcluído, al contrario, como indica Lacan a propósito de la psicosis: lo forcluído retorna en lo real.

Siguiendo las palabras de la autora, quien enuncia esta realidad en su correlato clínico bajo la forma de una proliferación de síntomas singulares no programados específicamente por el capitalismo, pero a los cuales se les permite vivir en las sombras, parafraseando una de sus expresiones.

La característica estratégica del discurso capitalista será la de intentar suprimir esa barrera interna del goce, multiplicando objetos de consumo mercantilizados (in)accesibles a través del mercado. Un goce que tapona u obtura la división del sujeto, degradándolo al estatuto de un ente individual, un empresario de sí.

Encontramos un entrecruzamiento entre estos desarrollos lacanianos y la propuesta de otro pensador contemporáneo como es Jorge Alemán[7], para analizar la relación entre el sujeto y el capitalismo. En su traducción del discurso capitalista a la realidad clínica, “el sujeto en esa situación, quedaría siempre expuesto a un goce fuera del lazo amoroso, y su vínculo sería con el objeto fetiche en las marcas del consumo, como ser en la anorexia, la bulimia, en las distintas servidumbres que comparecen en los objetos de goce, técnico o de otro tipo, que reúnen en un mismo golpe, falta y exceso a la vez” (Alemán 2014, 32)

Realidad actual en la que también habita un otro discurso, el del psicoanálisis, a partir del cual se evoca una apuesta transformadora y política como suplencia a la no-relación sexual, que apunta a sostener y alojar la constitución subjetiva de los seres hablantes, sexuados y mortales, desde los tres imposibles por estructura -al decir del autor- como condición de existencia y efecto del lenguaje.

Es por este elemento de índole estructural, que el inconsciente (su verdad) se presenta como un instrumento de saber para la praxis psicoanalítica, sustrayéndose así de la lógica capitalista, en tanto el primero no puede ubicarse en la serie de las mercancías.

El punto de partida de este último autor toma como referencia la fractura constitutiva del sujeto -derivado de las enseñanzas del psicoanálisis lacaniano- formalizado en su sintagma Soledad: Común. Fórmula que se propone para hablar de “la singularidad que uno a uno somos” (Alemán 2014, 11) en tanto habitar un cuerpo que habla y que está afectado por el goce, por los significantes de la lengua. Soledad radical en el lazo social, que es a la vez lo más común que tenemos.

El capitalismo insiste en la producción de un individuo, Uno-individuo entre su ser de sujeto y su modo de gozar, en tanto lógica universal del “para todos igual” (paratodeo) pero los sujetos en tanto hablantes, sexuados y mortales no somos, ni homogéneos, ni indivisos. Subjetividad dividida y sin posibilidad de sutura (técnica) que ubica en permanente tensión estructurante el par categorial sujeto y sociedad, y que a su vez, representa las bases del pensamiento hacia un proyecto emancipatorio de salida (política) del capitalismo. Salida pero no cancelación, como aclara nuestro autor.

Modos de subjetivación emancipatorios y emancipados de los dispositivos terapéuticos de producción de subjetividades estandarizadas del orden neoliberal: sostener la apuesta del psicoanálisis frente a lo incurable, es decir todo aquello que en la condición humana no sea susceptible de ser absorbido por el circuito de la mercancía. Manera de nombrar la singularidad irreductible del ser hablante, aquello con lo que el sujeto debe aprender a saber hacer ahí, en la contingencia, en lo que inventamos para sostenernos frente a lo real.

Referencias Bibliográficas

  1. ALEMAN, J. (2014). En la frontera: Sujeto y capitalismo. El malestar en el presente neoliberal, Bs. As. Ed. Gedisa, 2014.
  2. LACAN, J. “Del discurso psicoanalítico” (Conferencia del 12/05/1972, Milán) En elpsicoanalistalector.bogspot.com/2013. Traducción: Lic. Olga Mabel Mater.
  3. MARUGAN, J. “Los cuatro o cinco discursos y la crisis del lazo social”. En www.psicoanalisisenelsur.org, N°7.


El titulo del Articulo que parafraseala Conferencia “Apalabrados por el Capitalismo” dictada por Colette Soler en el marco dela V Jornada de Clínica de Adultos I "El Psicoanálisis en la Crisis del Lazo Social" (UBA, Junio de 2015)
[1] Discurso es un término, que en sentido general expresa la producción de enunciados efectivos y sus consecuencias.
[2]Lacan, J. “Del discurso psicoanalítico” (Conferencia del 12/05/1972, Milán) En elpsicoanalistalector.bogspot.com/2013. Trad: Lic. Olga Mabel Mater.
[3] El sujeto se conectará a este discurso “sin palabras” para advenir como tal en la estructura simbólica, constituyéndose en el Otro y vía el Otro.
[4] En la psicosis, el sujeto y el lugar del Otro, si bien se encuentran en el lenguaje, a la vez se hallan por fuera de los pactos y barreras al goce que introducen a función de los discursos.
[5] MARUGAN, J. “Los cuatro o cinco discursos y la crisis del lazo social”. En www.psicoanalisisenelsur.org, N°7.
[6] Lacan lo subraya para decir que el colectivo necesita de lo singular del sujeto, pero su reciproca no sería verdadera. 
[7] ALEMAN, J. (2014). En la frontera: Sujeto y capitalismo. El malestar en el presente neoliberal, Bs. As. Ed. Gedisa, 2014.


Jorgelina  Farré. Licenciada y Profesora en Psicología (Facultad de Humanidades y Ciencias dela Educación-U.N.L.P.) Docente dela Cátedra de Psicología Social de la Facultad de Psicología (Universidad Nacional deLa Plata) Miembro del Equipo de Investigación del Proyecto “La problemática de la Ideología” Proyecto acreditado porla U.N.L.P.

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